Coalición política: el arte del consenso
16 de noviembre de 2017Alemania está en modo exploratorio desde el 18 de octubre. Se informa poco, pues casi no hay nada que decir. Por ejemplo, se pronuncian frases como "podríamos imaginarnos que funciona la coalición 'Jamaica' ", o "nos hemos acercado algo", o aun más vagamente, "tenemos todavía mucho trabajo por delante". El columnista Henryk M. Boder recordó hace poco en un periódico alemán, que dios creó al mundo en seis días. Y eso que era un producto destinado a la eternidad, mientras que una coalición es un pacto de tiempo limitado y, en esta ocasión, entre cuatro partidos.
De la carta al libro
Formar un gobierno, por lo menos en los años recientes, es tarea para quienes tienen mucha paciencia. No siempre fue así. En 1949 ganó las elecciones Konrad Adenauer, el primer canciller federal, y formó gobierno tripartita con el FDP y el DP (Partido Alemán). No hubo contrato de coalición. Los dirigentes de los partidos intercambiaron un par de ideas por carta, acerca del derecho de ocupación en la posguerra, la política de vivienda, y los derechos laborales. Eso fue todo.
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Incluso el primer gobierno socialdemócrata encabezado por Willy Brandt en 1969, en coalición con el FDP, surgió tras únicamente tres semanas de negociaciones. Entonces, los grandes temas fueron el lineamiento "atreverse a más democracia" y una nueva política hacia el este de Europa, lo cual bastó para que el contrato de coalición fuera firmado.
Desde 1982, el tamaño del contrato de coalición crece hasta casi alcanzar dimensiones librescas. El primer contrato de coalición de Helmut Kohl con el FDP constó de 3.900 palabras, una lectura todavía asequible. Para la última alianza de gobierno de Kohl, también con el FDP en 1994, el contrato alcanzó las 13.000 palabras. En 1998, los partidos en coalición necesitaron 26.700 palabras para definir la primera alianza de gobierno a nivel federal entre los socialdemócratas del SPD y Los Verdes.
El último contrato de coalición entre la CDU/CSU y el SPD, en 2013, fue casi tan largo como una novela de suspenso: 185 páginas. Solo que no resultó tan entretenido. El contrato para la nueva legislatura promete romper todos estos récords. Se trata de un esfuerzo enorme para un documento que a la larga resultará efímero: en la praxis política de todos los días, finalmente la que decide es la canciller.
Tras las heridas de campaña: la "operación cicatriz"
Las negociaciones exploratorias y las negociaciones para formar coalición son foros para construir una relación afirma a DW el investigador de la comunicación Thorsten Hofmann. Durante las campañas, los rivales políticos se provocan heridas más o menos profundas, que primero deben sanar antes de pasar a los asuntos reales de gobierno. Esto puede durar. Es muy posible que el nuevo gobierno alemán quede formado hasta enero de 2018; es decir, cuatro meses después de las elecciones.
Las semanas de negociación son como cámaras de descompresión para almas políticamente exaltadas. "Desenemistadización", le llama el periodista Mathias Geis. Un contrato de coalición es, en este sentido, como un acuerdo de paz.
La ideología es lo de menos
Que un partido conservador como la CSU de Baviera se siente a negociar con Los Verdes -más orientados hacia la izquierda política- hasta hace poco hubiera sido visto como una alucinación política. No es posible saber si tal fue exactamente el mandato de los electores. Pero son las matemáticas, y no las ideologías, las que sientan a la misma mesa a grandes adversarios ideológicos.
También es un hecho que los tiempos de las batallas ideológicas entre los partidos han quedado atrás. Hoy se habla de matices, de complementos programáticos. Los supuestos derechistas son de hecho políticamente centristas, mientras que la izquierda nominal es desde hace tiempo parte del vientre de la sociedad. Que estén en el mismo gobierno la bávara CSU y Los Verdes ya no es visto como un tabú político.
De alguna manera, todos los partidos quieren alcanzar algo que ya distingue a la política alemana (y que a decir de algunos, la hace tan aburrida): la capacidad de construir consensos.
El consenso es el rey
Esta tendencia a buscar consenso es algo que en el exterior llama la atención. Vista desde afuera, la política alemana es aburrida. Así lo dicen una y otra vez los medios estadounidenses, que en tiempos de Donald Trump practican exactamente lo contrario: la total polarización de la sociedad. En países en guerra o en medio de grandes crisis, resulta llamativa lo pacífica que es la política en Alemania.
Es verdad que las disputas políticas elementales son cosa del pasado en Alemania. No pesan grandes diferencias entre la derecha y la izquierda, entre conservadores y socialdemócratas, o entre conservadores y verdes. Éstos, entre tanto, ostentan alcaldías de grandes ciudades alemanas, así como un ministro presidente (gobernador), y apoyan maniobras de las fuerzas armadas alemanas en el exterior. La Izquierda ya no pide un cambio radical en las relaciones sociales. Los conservadores CDU y CSU se han "socialdemocratizado". Casi no queda lugar para debates fundamentales, y ni hablar de peleas políticas.
Entonces, ¿de qué sirven estas largas negociaciones, si todos parecen estar de acuerdo? Son los detalles los que hacen la diferencia. Por eso es que la formación de un gobierno es tan cansina.
No sin razón, el consenso es visto como un logro civilizatorio importante, pero conduce a negociaciones largas. Los partidos están de acuerdo en lo esencial, pero buscan a base de palabras transmitir los detalles que los diferencian. Los propios electores demandan reconocer las distintas características de cada partido; solo así se mantendrá el sello distintivo, en 300 o 400 páginas.
Despues de todo, solo unos cuantos son los que en realidad leen los contratos de coalición.
Autor: Volker Wagener (ELM/VT)