Claudio Magris, Premio de la Paz 2009, y el peligro de las fronteras
18 de octubre de 2009La Feria del Libro de Fráncfort toca a su fin y, antes de despedirse, los libreros alemanes otorgan en la iglesia de San Pablo de Fráncfort su prestigioso Premio de la Paz. En esta ocasión, el afortunado se llama Claudio Magris y es un autor italiano con pocos pelos en la lengua.
Durante la ceremonia de entrega del galardón, Magris ha arremetido contra el "populismo europeo" y su reacción "histérica y sintomática en su brutalidad" contra las olas migratorias que llegan a Europa. De boca de un italiano, y de un italiano del norte, todo un mensaje. Especialmente la política de Roma en este ámbito recibe duras críticas en los últimos tiempos.
"No quiero que mi querida patria vuelva a ser precursora de algo negativo. El fascismo en Europa lo inventamos nosotros, aunque después hubo otros que lo desarrollaron con mucho más ímpetu. Con el populismo, aún cuando tenga otras formas que el fascismo, no habrá justicia y, sin ella, no habrá paz", sentenció el literato.
Por las fronteras culturales de Europa
Claudio Magris nació en Trieste hace ahora 70 años, lugar al que su abuelo "llegó procedente de un pueblo a finales del siglo XIX", cuenta, y prosigue: "mi madre era de Dalmacia y de cultura greco-veneciana. Y teníamos primos en Croacia". La historia personal de Magris refleja el vivir en el margen que separa a las culturas, pero que al mismo tiempo las mezcla: igual que su multiétnica ciudad de origen, situada en la línea divisoria entre el norte y el sur europeos, y a la que el autor dedicó en 1987 su Trieste, una identidad de frontera y en la que ambientó en 1997 su conmovedor Microcosmos.
Tal vez por ello haya escrito Magris tanto sobre Europa y sus raíces. A la gran monarquía del continente le consagró El mito de los Habsburgo en la literatura austríaca (1963) y su pieza predilecta lleva por título Danubio. Biografía de un río (1986) y sigue las huellas de la cultura por dichas tierras. Como nadie ha abordado este autor los problemas de convivencia entre las diversas tradiciones europeas, consideró el librero jurado. Magris es un gran conocedor de la cultura de los pueblos del Viejo Continente, "y es uno de los que advierten", agregó el historiador Karl Schlögel al abrir la ceremonia de traspaso del premio, "de que en Europa, la decepción puede volver a volcarse en odio y resentimientos".
La tercera guerra mundial ha empezado
Magris está convencido de que "la tercera guerra mundial ya ha empezado, aunque la mayor parte de los europeos tengan la suerte de no pagar la correspondiente tasa de sangre", y así lo dijo en Fráncfort. "Unas 20 millones de personas han muerto desde 1945: la mayoría, a diferencia de los fallecidos en la II Guerra Mundial, permanecen en el desconcimiento y son víctimas de un brutal olvido".
"Vivimos en la ilusión de no estar en guerra sólo porque el Rin ya no es la frontera en la que se enfrentan cientos de miles de soldados", oró el literato, "o porque por los campos tras Trieste ya no discurre esa barrera inquebrantable, y polvorín a un tiempo, que fue el Telón de Acero. Esa barrera de mi infancia y mi juventud que no sólo separaba dos mundos políticos, sino que era un muro con el que aislar al este, al siempre temido este o, como se decía entonces, a 'la otra Europa'".
"Esa frontera no se ha levantado: sólo ha sido trasladada para aislar ahora a otro este aún más al este", recordó Magrin, y prosiguió su discurso para demostrar lo móviles que son los límites que se trazan para delimitar lo que pertenece a cada espacio, y lo mucho que éstos ponen en peligro la deseada vida en armonía. "Hoy son otras las fronteras las que amenazan la paz- fronteras invisibles en el interior de las ciudades, situadas entre nosotros y los recién llegados desde otras partes del mundo".
"En el año 2000", continuó el escritor, "un político italiano, que después se convertiría en ministro, recorrió la distancia que separa Lodi de Lombardía hasta llegar a un lugar en el que se planeaba la construcción de una mezquita. Atado a una cuerda portaba tras de sí un cerdo, con la intención de ofender a los inmigrantes musulmanes que querían erigir su templo. También esto es un acto de guerra".
LB/ TF (ew)/ dpa/ dpala
Editor: Claudia Herrera Pahl