Chile: "Nadie haría lista de cosas buenas que hizo Hitler"
2 de junio de 2023Aunque han pasado más de treinta años desde el retorno a la democracia, en Chile las opiniones siguen divididas. Aún subsisten manifestaciones de apoyo al exdictador Augusto Pinochet, quien encabezó el golpe militar de 1973 y gobernó hasta 1990.
En el pueblo de Cisnes, en la Patagonia chilena, se levantó en el año 2000 un monumento en agradecimiento al "visionario patriota", por la construcción de la Carretera Austral. Se trata de un reconocimiento históricamente impreciso e ilegal, que no fue ordenado ni validado por los organismos competentes, explica a DW el historiador y sociólogo Pablo Seguel, quien presentó una solicitud para que sea retirado o modificado. En paralelo, una petición online de la sociedad civil para sacar el monumento lleva más de nueve mil firmas.
El autor del libro "Soldados de la represión" señala que "el Estado chileno tiene la obligación moral, ética y política de evitar las conmemoraciones a responsables de violaciones a los derechos humanos. El poder judicial ya tiene al menos tres sentencias en que ha instruido a las Fuerzas Armadas el retiro de homenajes a personas vinculadas con estos crímenes". Hasta ahora, se han retirado cuadros y estatuas.
Son casos aislados, pero simbólicos. A pesar del quiebre democrático, las violaciones a los derechos humanos y más de tres mil ejecutados, la figura de Pinochet todavía es defendida por un sector de la sociedad y la política chilena.
El partido Republicano, ultraconservador y pinochetista, ha tenido un alza sostenida. Su líder, José Antonio Kast, fue el candidato más votado en primera vuelta en la elección presidencial, aunque fue superado en el balotaje por el izquierdista Gabriel Boric. En la reciente elección para el nuevo órgano que redactará la Constitución, los republicanos obtuvieron la mayor cantidad de escaños y su principal representante declaró admirar a Pinochet por su calidad de "estadista".
Sus dichos fueron fuertemente rechazados por el presidente Boric.
Los datos de la encuesta CERC-Mori son decidores. En los últimos diez años, la aprobación al golpe de Estado pasó de 16 a 36 por ciento. "Tenemos una ética societal que no condena el golpe cien por ciento. Hemos validado la ética de la dictadura", dice a DW Marta Lagos, fundadora y directora de la empresa de encuestas Mori.
La figura de Pinochet
"Yo no diría que la sociedad chilena es negacionista, sino que tiene alto desconocimiento de las consecuencias negativas de vivir en una dictadura", indica Seguel. En su opinión, los resultados del reciente sondeo también "están permeados por las situaciones de contingencia desde el sistema político y también por la percepción de inseguridad o la necesidad de orden".
Según Lagos, "Pinochet llegó prometiendo liberar a Chile y el partido Republicano recoge esa falacia simbólica, valórica y autoritaria sobre el orden y la seguridad que podría tener un régimen de esa naturaleza".
"Junto con el momento político actual de coyuntura, que un tercio de la población chilena todavía crea que en la dictadura había cosas buenas o que Pinochet era un estadista tiene mucho que ver con cómo se dio la transición, que fue pactada, casi impuesta por la dictadura", indica a DW el historiador alemán y profesor de la Universidad Católica de Chile Stephan Ruderer.
Chile es un caso único en el mundo, indica. Al retornar la democracia, el dictador mantuvo un rol clave, siguió siendo comandante en jefe del Ejército por varios años.
Costos de la transición
"La transición validó el pinochetismo, lo que representa un fracaso cultural y sociopolítico de envergadura. Van a ser 20 años de que murió Pinochet y, en la actual crisis política, económica, de migración, de seguridad, la gente mira con nostalgia algo que no está rechazado en forma unánime", afirma Lagos.
Por no arriesgar acuerdos legislativos ni tensar la gobernabilidad, se optó por no enfrentar el tema abiertamente, estima Seguel: "Al no abordar esta discusión, se avaló la dictadura. Hoy hay un consenso bastante débil respecto de lo nociva que fue y vemos un retroceso del valor de la democracia".
Los gobiernos democráticos "tienen parte de responsabilidad en no tratar el tema de manera suficiente para dejar claro que lo que aquí hubo fue una dictadura brutal, con violaciones sistemáticas a los derechos humanos, que no son una mancha en un gobierno exitoso económicamente, sino que está históricamente comprobado que son el fundamento, el pilar central de la dictadura, sin las que no se explica ninguna política económica ni estadista", indica Ruderer.
"Nunca más"
El que no se haya afirmado claramente desde el discurso público, asegura el historiador, "hace que en Chile esto siga anclado en un clivaje político, en que el 'nunca más' es de izquierda y valorar la figura de Pinochet es de derecha. Eso contrasta con el caso de Alemania después de la II Guerra Mundial. En el discurso público en todo el espectro político estaba claro que el nazismo era malo".
"Desde el Gobierno hasta los políticos, también de derecha, deben entender que condenar claramente la dictadura en todos sus aspectos no es un tema político. Es un tema necesario para la democracia y necesario ética y moralmente", subraya el historiador.
"La falta de un rechazo frontal al golpe de Estado hace que se mantenga la idea de que un quiebre de la democracia de manera autoritaria, a través de un golpe, podría ser algo necesario o útil en algún momento", advierte Ruderer.
"Mucha gente reconoce y rechaza las violaciones a los derechos humanos, pero también dice que la dictadura no fue tan mala. Ese es un discurso simplista”, subraya el historiador. Al respecto, Lagos indica que "nadie haría una lista de las cosas buenas que hizo Hitler. No existe esa lista, porque el período histórico y todo lo que hizo está invalidado por la violación de los derechos humanos. Los alemanes lograron que fuera completamente inválido hablar a favor del nazismo, pero nosotros no lo hemos hecho con la dictadura".
(ers/rml)