Centroamérica: donde hubo hambre, hoy hay obesidad
11 de diciembre de 2019En América Latina existe una franja de bosque tropical que recorre desde la costa pacífica de Chiapas, en México, hasta las provincias occidentales de Panamá. Esa zona es conocida como el Corredor Seco centroamericano, y ahí viven unas 45 millones de personas de las cuales casi la mitad -un 40 por ciento- habitan áreas rurales pobres de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Ese organismo asegura que dicho corredor es una de las zonas más susceptibles del mundo a la variabilidad del cambio del clima, y que muchos de sus habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza, ya que subsisten de la producción a pequeña escala de granos básicos o de hortalizas. Sin embargo, y según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), allí hay, en medio de la pobreza, millones de personas con sobrepeso.
Solo en El Salvador, el país más pequeño de Centroamérica donde viven un poco más de seis millones de habitantes, el PMA calcula que hay casi un millón de personas adultas que sufren diabetes e hipertensión arterial como consecuencia de la obesidad. "Tenemos municipios donde hay índices altos de desnutrición crónica, y también índices altos de sobrepeso y obesidad. Incluso en el área rural, en el mismo municipio, y hasta en la misma familia, puede haber doble carga. Por ejemplo, la mamá puede tener sobrepeso, u obesidad, y el niño sufrir de desnutrición crónica. Esa es la realidad en el país: no se puede hacer la división entre lo urbano y lo rural y, en muchas ocasiones, tampoco se puede hacer la división en la misma familia”, explica a DW el representante del PMA en El Salvador, Andrew Stanhope.
"Se han producido importantes avances en la situación nutricional de la niñez en el Corredor Seco centroamericano. Lo que pasa es que cada año hay sequía, y el shock climático tiene un impacto fuerte en esos progresos”, añade Stanhope.
Todo radica en el clima y en la historia
"El reto de los países latinoamericanos es que todavía tenemos el problema de las enfermedades infecciosas y por déficit de alimentos, pero estamos también conviviendo con las enfermedades crónico-degenerativas, como la diabetes", dice a DW Senia Benítez, oficial de programas de la Unidad de Protección Social y Nutrición del PMA.
Y agrega: "Lo que los países desarrollados hicieron en cinco siglos con la transición de estas enfermedades, nosotros lo estamos haciendo en cincuenta años. Eso es un reto diferente: en un mismo país hay que enfrentar causalidades diferentes, con enfermedades diferentes y con menos recursos".
Stanhope analiza que esto implica la necesidad de "cambiar los hábitos, a través de la educación nutricional. Pero otra dificultad es el acceso económico al alimento saludable. La realidad es que la dieta saludable es más cara que la dieta no saludable, y esto es la raíz de todo, porque es más accesible comprar soda y pan dulce, que comprar frutas y hortalizas. Puede ser más económico comprar alimentos de una dieta alta en carbohidratos, alta en grasas y alta en azúcares."
La desnutrición crónica no cede
Por su parte, Sandra Gutiérrez, una mujer de 20 años residente del área rural del departamento salvadoreño de San Miguel -que pertenece al Corredor Seco y que es notoriamente conocido por su clima árido- asegura a DW que ella no ha visto a la gente de su comunidad engordar sino que, por el contrario, "la mayoría ha bajado bastante de peso. Ya no tienen el mismo cuerpo que tenían antes. Hoy, los niños están bien delgados, y los ancianos también. Eso lo veo desde que empezó a estar demasiado caliente el clima", indica. Además, dice que desde que el clima cambió, ya no se pueden cosechar los mismos productos de antes. "Ya no se puede hacer una sopa de pipián, o de ayote, que tienen vitaminas, porque eso ya no se cosecha. Y esto ha afectado a toda la comunidad”, subraya.
Benítez afirma, asimismo, que todo esto "tiene un costo” y asegura que solo en El Salvador, en 2017 hubo "más de 6.000 niños que nacieron con un peso por debajo de lo normal, como consecuencia de la desnutrición durante el embarazo".
"Esto es importante", explica, "porque el desarrollo cerebral del niño se da en los primeros mil días de vida". Por lo tanto, advierte, esos niños "no van a poder desarrollar todo su potencial en el futuro", y esa falta de desarrollo va a tener, dentro de 20 o 25 años, "impacto en la productividad y en el crecimiento económico del país".
Además, Senia Benítez explica que es posible "seguir nutriéndolos y evitar que el deterioro sea mayor, pero se ha demostrado que los niños que estuvieron mal nutridos durante los primeros mil días ganan 46 por ciento menos que los que estuvieron bien nutridos. Es decir: si alguien estuvo bien nutrido en sus primeros mil días de vida, en la actualidad ganaría mil dólares. Pero, si no estuvo bien nutrido, ganaría 540 dólares. ¿Contribuye eso o no a la erradicación de la pobreza?”, se cuestiona.
La especialista agregó que "las remesas en El Salvador fueron de 5.000 millones de dólares en 2018, y eso es lo que mantiene la economía". De ese total, 2.559 millones de dólares se invirtieron en el país para afrontar las consecuencias de la doble carga de malnutrición. "Entonces ¿cómo vamos a salir de la pobreza? ¿Cómo el país va a ir hacia el desarrollo, si tenemos un hoyo en el bolsillo, por donde se nos están yendo todos los recursos que estamos generando?”, plantea con preocupación.
Andrew Stanhope concluye, al respecto, que lo más importante para los gobiernos es colaborar "con la construcción de la resiliencia de las personas. Esta es la nueva realidad del Corredor Seco, no es una situación que pueda cambiar en uno, o dos años, sostiene. "Hay que trabajar con las comunidades para construir su resiliencia, y se puede. Hasta se puede producir en las zonas más áridas del país. Solo hay que irse adaptando”.
(cp)
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