Catástrofes naturales: un desafío para el sector privado
26 de mayo de 2013El siglo XXI prácticamente acaba de comenzar, pero conceptos como el de “catástrofe del siglo” ya comienzan a parecer desgastados, de tanto repetirse. Diversos tsunamis, terremotos, inundaciones y fuertes tormentas han asolado al mundo en estos último años.
Pero no es la frecuencia de las catástrofes la que ha aumentado, sino la magnitud de los daños que provocan, indican expertos de la ONU, que han presentado nuevas cifras: desde el año 2000, diversos desastres han causado perjuicios económicos por un total de 2,5 billones de dólares. En vista de esa enorme suma, la destrucción ocasionada por el reciente tornado de Oklahoma, que se estima en más de dos mil millones de dólares, apenas llama la atención.
El despertar del sector privado
Sin embargo, también en lo tocante a la reconstrucción en Oklahoma vale lo que ya se ha visto en otras partes: el 80 por ciento de los costos de reparación de la infraestructura dañada recaen sobre el sector privado. Por eso, la Secretaría de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres dedica su último informe al papel de la empresa privada.
El resguardo de vidas humas sigue siendo el objetivo central, según destaca el principal autor del reporte, Andrew Maskrey. Pero también se pretende hacer notar cuán poco se ha preocupado el ámbito empresarial del tema. “Hace tres o cuatro años, el sector privado mostraba un escaso interés en el riesgo de catástrofes y, a la inversa, el sector público e internacional no se interesaba en lo que hacían las empresas”, indica Maskrey.
Pero, entretanto, algo está cambiando, como lo demuestra la gran conferencia de la ONU dedicada a la prevención de catástrofes. Entre los más de 4.000 participantes se cuentan numerosos representantes empresariales. Y no sólo se trata de personal de aseguradoras o firmas constructoras, que hacen negocios con la reconstrucción.
Vulnerabilidad globalizada
El interés del sector privado en la prevención de riesgos ha aumentado notablemente desde el tsunami de Japón y la inundación que asoló a Tailandia. Ambas catástrofes ocurridas en 2011 demostraron cuán vulnerable se ha vuelto la economía globalizada. En esa ocasión, los problemas en las fábricas de insumos japonesas y tailandesas entrabaron la producción mundial de computadoras y automóviles.
Maskrey explica que las empresas se pueden asegurar contra los daños ocasionados directamente por una catástrofe, como la destrucción de plantas de producción, vías de transporte o tendidos eléctricos. Pero no hay seguro que cubra los perjuicios a largo plazo. Quien no puede despachar su producto, pierde a sus socios. Los empleados se quedan sin trabajo o se van a trabajar con los competidores, se pierden negocios y la fama se arruina. Por eso, ocuparse más de la prevención de catástrofes va en interés de las propias empresas.
Thomas Loster, durante años analista de riesgos de la reaseguradora Munich Re, indica que las grandes empresas –que tienen mucho que perder- eligen con gran cuidado los lugares en que operan. En cambio, los numerosos proveedores en los países en vías de desarrollo están más expuestos al riesgo de catástrofes y, a la vez, menos preparados para hacerles frente.
Mapas de riesgo
Pero eso no tiene por qué ser así. Con la ayuda de la moderna tecnología informática, hoy en día se puede elaborar mapas de riesgo de cualquier lugar, afirma Loster. “Munich Re dispone de un programa computacional gracias al cual se puede obtener el espectro de riesgo de cualquier sitio del mundo”. Así se puede saber qué probabilidad hay de que determinado desastre natural afecte a esa región.
De tales análisis se beneficien en primer lugar los clientes de la reaseguradora, que suelen ser empresas adineradas. Pero Munich Re también se esfuerza por entregar conocimiento a proyectos de prevención en los países en vías de desarrollo.
También los gobiernos conocen a menudo el potencial de riesgo de determinadas regiones. Pero, en su afán de atraer inversionistas, suelen minimizar el peligro o tratar de ocultarlo. La actitud correcta sería, a juicio de Maskrey, asegurar a los potenciales inversionistas que se tiene conciencia de los riesgos y se asumen.
Autora: Claudia Witte /Emilia Rojas
Editor: José Ospina