Caso Skripal: lo que se sabe un año después
4 de marzo de 2019Una mañana a mediados de febrero, una gran bandera rusa apareció de repente colgada de la catedral de Salisbury. Alguien debió haberse subido a un andamio en la oscuridad para colgar la tela blanca, roja y azul en uno de los símbolos de la ciudad medieval británica. "Gracias a Dios, ya ha sido retirada", explica John Glen, diputado conservador por esta ciudad del sur de Inglaterra. "¡Qué acción tan estúpida, burlarse así de los graves acontecimientos que se vivieron en Salisbury el año pasado!".
La participación de Rusia en estos "eventos serios", desde el punto de vista de Westminster, es incluso más obvia que una gran bandera colgada de la catedral. Las consecuencias del incidente se siguen sintiendo, y algunos detalles siguen siendo desconocidos.
Dos desmayados y un rastro
El 4 de marzo de 2018, un hombre y una mujer fueron encontrados inconscientes en un banco del parque en el centro de Salisbury. Pronto se supo que eran un agente doble ruso, Sergéi Skripal, y su hija, Yulia. Las autoridades pronto descubrieron que había sido envenenado con la neurotoxina Novichok, una pista que apuntaba a la tierra natal de Skripal: Rusia. El agente había caído en desgracia después de haber sido encontrado culpable de traicionar los secretos del Kremlin. El 12 de marzo, la primera ministra británica, Theresa May, declaró en la Cámara de los Comunes que Rusia estaba "muy probablemente" detrás del ataque.
Los Skripal finalmente se recuperaron en el hospital, pero cuatro meses después del ataque original hubo dos nuevas víctimas. Una pareja británica de la zona encontró un frasco de perfume que, evidentemente, se había utilizado para transportar el agente nervioso a Salisbury. Ambos entraron en contacto con restos de la toxina. La mujer murió y el hombre quedó ciego.
Diplomacia envenenada
Mientras Skripal se debatía por su vida, la pugna política se intensificó. Dos días después del ataque, el entonces secretario de Relaciones Exteriores británico, Boris Johnson, dijo que no quería señalar a nadie. Sin embargo, habló de Rusia como de una "fuerza maligna y disruptiva". Se convocó a embajadores, se dieron ultimátums y luego docenas de diplomáticos fueron expulsados por ambos lados.
Dos docenas de países occidentales apoyaron y siguieron las medidas de Reino Unido. En septiembre, Londres volvió a agudizar sus críticas: Ben Wallace, secretario de Estado de Seguridad en el Ministerio del Interior, dijo que la responsabilidad "en última instancia" recaía en el presidente ruso Vladimir Putin, ya que es su gobierno quien "controla, financia y dirige la inteligencia militar".
Búsqueda de responsables
La primera ola de reacciones políticas se había calmado cuando se inició la búsqueda de los que estaban detrás del ataque. A principios de septiembre, el poder judicial británico presentó cargos contra dos hombres que luego fueron objeto de una orden de detención europea.
Putin sugirió que los dos individuos debían explicarse personalmente, lo que hicieron en una entrevista con la televisora estatal rusa RT. Declararon que habían viajado a Salisbury únicamente como turistas. Incluso a algunos de los rusos simpatizantes con el Kremlin les costó creer la historia.
A un mes de la acusación, el portal de investigación Bellingcat publicó las verdaderas identidades de los dos hombres. Eran agentes de la agencia de inteligencia militar rusa, el GRU. El grupo de investigación reconstruyó cómo Alexander Mishkin y Anatoly Chepiga entraron a Reino Unido bajo las identidades falsas de Alexander Petrov y Ruslan Boshirov. Rusia negó las acusaciones.
Nuevas sanciones, nuevas investigaciones
En otoño, Estados Unidos impuso nuevas sanciones contra Rusia por la supuesta injerencia del país en la campaña presidencial de 2016, pero también explícitamente por el caso Skripal. En la cumbre del G20 en Argentina, Putin condenó las "maliciosas" sanciones y continuó negando cualquier responsabilidad de Rusia en el caso. En enero, la Unión Europea puso a los principales miembros del GRU y a los dos sospechosos del ataque en una lista de sancionados.
Tras 11 meses sin contactos, las conversaciones diplomáticas oficiales entre Reino Unido y Rusia finalmente se reanudaron al margen de la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero. Poco después, Bellingcat presentó evidencias de la existencia de un tercer cómplice, Denis Sergeev, otro oficial de la GRU que está vinculado con otro ataque con veneno en Bulgaria. Rusia, una vez más, negó las acusaciones.
Armas químicas bajo la lupa
Un año después del ataque a los Skripal, la investigación política y criminal está lejos de terminar. Sin embargo, el caso ya ha provocado un cambio reglamentario con respecto a las armas químicas: la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) recibió poderes adicionales de sus Estados miembro en junio.
Hasta ahora, a los inspectores solo se les permitía verificar si se habían usado agentes químicos, una restricción que buscaba garantizar la absoluta neutralidad política del grupo. Pero esta regla suponía que los autores de los graves ataques en la guerra siria, por ejemplo, no podían ser llevados ante la justicia. Ahora, los inspectores pueden también investigar el origen de tales ataques. Una extensión de atribuciones a la que se opuso Rusia.
En cualquier caso, es cuestionable si esta reforma de la OPAQ hubiera podido evitar el envenenamiento de los Skripal de haberse aprobado antes.
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