Caravana de migrantes, a pesar del coronavirus
6 de octubre de 2020A pesar del COVID, o precisamente a causa de éste, el masivo grupo de más de tres mil migrantes que decidió dejar Honduras con rumbo al norte, estaba dispuesto a desafiarlo todo. Es la primera caravana desde el inicio de la pandemia que intenta cruzar a Guatemala con rumbo a Estados Unidos.
Todo en medio de versiones contradictorias y tensiones entre los gobiernos de Honduras y Guatemala, país que rechazó la llegada de los hondureños, argumentando razones sanitarias y apelando a acuerdos en materia migratoria. Las autoridades aseguran que la mayoría habría sido devuelta a su país de origen, pero algunos habrían logrado continuar.
"El hecho de que aun en las condiciones sanitarias actuales estén emprendiendo este viaje, demuestra la extrema gravedad de la situación de la cual salen. Si no, no lo harían”, dice a DW Felipe González, Relator Especial sobre Derechos Humanos de los Migrantes, de Naciones Unidas.
¿Qué los mueve, por qué arriesgan su salud y se exponen a detenciones y violencia en el trayecto? A pesar del pacto de los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica con Estados Unidos, para regular y frenar a los migrantes antes de que lleguen a la frontera con el gigante norteamericano, lo cierto es que la necesidad de migrar supera cualquier obstáculo.
"Durante varios meses la pandemia hizo que hubiera menos flujos migratorios en la zona. Pero en la medida que ésta se extiende y la situación continúa siendo muy grave en los países centroamericanos, hay un impulso para migrar, y en un contexto de restricciones de Estados Unidos y México, aun así lo intentan”, señala González, quien es profesor de Derecho Internacional Público.
La pandemia ha profundizado una crisis marcada por problemas estructurales de pobreza y violencia. Con una tasa de 43,6 homicidios por cien mil habitantes, Honduras está entre los países con mayor criminalidad del mundo.
"Centroamérica siempre ha sido una región con un fuerte flujo de migrantes. Un cuarto de la población de El Salvador vive fuera del país”, dice a DW Hannes Warnecke-Berger, investigador del Departamento de Relaciones Internacionales e Intersocietales de la Universidad de Kassel.
"Los migrantes salen de una región pobre, con altos niveles de exclusión social. La juventud no tiene perspectivas económicas en su país, no hay trabajo ni oportunidades. Son economías con un alto nivel de informalidad, la gente trabaja en la calle o los mercados, vendiendo sus productos. Ahora que no pueden salir de sus casas y sin programas sociales de apoyo, no sobreviven”, agrega el experto alemán.
"Huir o morir”
La oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que en el mundo hay alrededor de 470 mil refugiados y solicitantes de asilo del norte de Centroamérica, de ellos más de 97 mil en México. Y más de 318 mil desplazados internos en Honduras y El Salvador. "La difícil decisión que deben tomar miles de familias y jóvenes en Centroamérica es huir o morir”, indica ACNUR en su web.
El riesgo que implica el contagio de coronavirus en el trayecto, en precarias condiciones sanitarias y hacinamiento, no es suficiente para disuadirlos. La desesperación ante la pobreza, el temor a la violencia de las pandillas, a la persecución del Estado y también a la violencia doméstica son más fuertes que cualquier restricción por la pandemia. "Y muchos más seguirán saliendo”, adelante Warnecke-Berger.
En muchos casos son mujeres solas con sus hijos. "El hecho de salir en caravana les permite ir acompañados, lo que es menos riesgoso respecto de ataques y secuestros, como ocurría anteriormente. Pero están las barreras y acciones represivas de los gobiernos”, alerta González, quien alude a las políticas que han llevado a violaciones de los derechos humanos de los migrantes: "detenciones masivas y deportaciones, sin tomar en cuenta la situación individual de cada persona, lo que es muy importante cuando se trata de quienes desean solicitar asilo”.
El experto aclara que "el derecho internacional no dice que los estados estén obligados a aceptar a todas y cada una de las personas que quieren ingresar, pero no pueden emprender expulsiones colectivas sin revisar la situación de cada persona individualmente. Deben considerar cuál va a ser la situación que los espera, en caso de ser devueltos a su país o deportados a un tercero, en términos de afectación de su vida, su integridad física y síquica, y otros derechos humanos. Hay muchas precariedades en la forma en que los gobiernos están enfrentando esto en Mesoamérica y en Estados Unidos”.
El académico denuncia que también los activistas, defensores y abogados de los migrantes de las caravanas sufren una serie de amenazas y coerciones, al nivel de ser fichados y ponerles problemas para el ingreso a algunos países.
Más que restricciones, necesidad de cambios estructurales
Hasta ahora, los acuerdos entre países centroamericanos y Estados Unidos, que buscan controlar e impedir la migración, no han logrado frenar las caravanas. "Es como tapar un dique con un dedo. Esta situación es de tal envergadura, que ese tipo de medidas resultan ineficaces; lo mismo que pasa con las restricciones de Estados Unidos y México. Mientras no se enfrenten las causas, esto va a seguir igual”, observa González.
"La situación en Honduras es tal, que la gente tiene que salir. Si no, van a buscar otras medidas para cambiar su situación y eso puede ser un proceso bastante violento”, señala Warnecke-Berger. El experto indica que "en Honduras y El Salvador, las remesas que envían los migrantes desde el extranjero representan el 20 por ciento del PIB. Son el sector clave de sus economías, lo que alguna vez fue el café hasta los años 80. Los estados necesitan a los migrantes como un factor económico, por las remesas, y por un factor político, pues son como una válvula de escape de toda la presión interna”.
Pero cuando el migrante inicia una nueva vida en otro país, con el tiempo el envío de remesas disminuye y esto lleva a que nuevas personas deban emigrar.
En opinión de González, es necesario enfrentar "la violencia, las condiciones económicas y la tendencia a tener desastres naturales, que el cambio climático hará más frecuentes. Mientras esos tres factores no sean confrontados adecuadamente, lo cual no pueden hacer los estados centroamericanos solos, esto va a seguir igual”.
Más que cerrar las fronteras, se necesitan cambios en los países de origen. "Se piensa que medidas superficiales pueden controlar el flujo migratorio, pero cambiar las estructuras sociales, económicas y políticas es un proceso mucho más complicado, largo y profundo, que tendrá efectos en muchos años. Y la migración es ahora”, subraya el investigador de la Universidad de Kassel.
"La cooperación internacional es crucial. Ha habido proyectos, pero se necesitan iniciativas consolidadas que abarquen los problemas de manera sistemática. Y hay que asumir que tampoco tendrán efecto de la noche a la mañana”, concluye González.