‘‘Callejón con salida’’
11 de octubre de 2010La escritora Elsa Osorio nació en Buenos Aires en 1952, se recibió de profesora de Letras en 1974 y trabajó como periodista y guionista. También escribió ensayos y es autora de, entre otras obras, “A veinte años, Luz”, la primera obra de ficción sobre la apropiación de niños por parte de los responsables de la dictadura militar en Argentina. Otras de sus obras conocidas y publicadas en Alemania son “Cielo de tango” y ahora presentó en la Feria del Libro de Fráncfort “Callejón con salida”, un libro de relatos de diferentes épocas en el que, a través del elemento fantástico y el realista de recuperación de la memoria de los crímenes de la dictadura, retrata una época sórdida de la historia argentina. Deutsche Welle conversó con ella en Fráncfort.
Deutsche Welle: ¿Qué la llevó a escribir su libro “A veinte años, Luz”, de 1998, en el que habla sobre la apropiación de niños, cuando este aún no era un tema del que se hablaba abiertamente en la sociedad argentina?
Elsa Osorio: Yo vivía en España en ese momento y percibí, en un viaje que hice a Argentina, cuántos secretos guardaba la sociedad. El motor fue pensar qué pasaría con esos chicos que nadie busca, por diferentes razones. Porque no se sabía que la madre desaparecida estaba embarazada, o por otras razones. Me dio mucha desesperación que hubiera jóvenes a los que nadie buscaba simplemente porque se desconocía su existencia. Claro que las Abuelas de Plaza de Mayo buscan a todos, pero no hay que pensar que todos estos jóvenes tienen abuelas militantes de Derechos Humanos. Así nació mi personaje, Luz, y partió a la búsqueda de identidad a los 20 años, cuando tiene un hijo y sospecha. Pero todavía no habían sucedido en la realidad casos de jóvenes que buscaran su identidad. Coincidió con la publicación de la novela, y he hablado con muchos jóvenes que se han acercado a mí sobre este tema. Hay muchas coincidencias con el personaje de ficción. El personaje me reveló a mí aspectos en los que yo no había pensado. Es la otra generación. Luz le hace un reproche a su padre sobre por qué la trajeron al mundo si estaban en la lucha. Él no sabe qué contestar. La verdad es, tal vez, que es tan sencillo como ser hijos del amor y de seres que buscaban ideales. La novela trabaja con personas comunes y fue, al comienzo, no muy bien tolerada en Argentina. Fue un largo camino. La editaron, la levantaron y luego la volvieron a editar en 2007. Si bien los personajes son de ficción, se trata de la sociedad donde sucedieron estos hechos que son reales y son monstruosos. Y que me parecen aberrantes. Al evocar el año 1976 encontré que en mí estaba intacto el miedo como si estuviera guardado en algún lugar del cuerpo. Creo que escribir esa novela me hizo mucho bien y la primera sorprendida fui yo de que se leyera en tantos países y que la gente pudiera hacer suya esta historia.
¿Se puede hablar de una literatura de la memoria en Argentina?
Esto es algo bastante nuevo. Yo tuve muchas dificultades e incluso prejuicios ‘literarios’. La pregunta es si se puede o no se puede abordar estos temas desde la ficción, teniendo en cuenta que hay testimonios y, obviamente, muy duros. Es algo nuevo que haya gente joven que hable de esto. Me parece muy bien y me parece que la gran novedad en la sociedad es entender que esto nos pasó a todos. A propósito de la historia de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, dueña del diario Clarín, que tomó una enorme difusión y fue un debate público, me gustó que la gran mayoría de la sociedad quiera saber. Algunos decían si hay que contarles a los chicos la verdad. Lo mejor es la verdad, después, cada uno ya es adulto y sabrá lo que hace. Siempre hay sectores que se resisten. Yo creo que existe una literatura de la memoria, hace muchos años que creo en ella. Es paradójico, porque la ficción es una cadena de mentiras. El objeto de la ficción es inventado. A veces con la ficción se puede tocar temas a veces con más profundidad que con el testimonio. Al ser personajes de ficción, el lector puede tomar posición. Hay que tener mucho cuidado al escribir ficción de no impregnarla de ideología. Un ardid que utilizo para que no suceda eso es colocar muchos narradores. Pero no pongo a hablar a la madre de Luz por pudor, ya que a esas voces las callaron, las asesinaron, pero también por una razón literaria. Porque si me ponía desde ese punto de vista a dar cuenta de los campos de detención, la novela se me podría haber teñido de odio.
El hecho de no hacer hablar al personaje de la madre desaparecida de Luz, ¿es también la búsqueda de un estilo? ¿Se da en la nueva literatura argentina post dictadura en general una nueva manera de contar, tal vez provocada por el silenciamiento, y, más tarde, a partir de la elaboración de la memoria?
El personaje es reflejado a través de otros narradores. No puedo darle una voz porque yo quiero que ese silencio hable. Dar un lugar a los desaparecidos desde esa ausencia de voz. Porque no puedo dar testimonio en nombre de otros. En mi nuevo libro, Callejón con salida, me di cuenta de que tenía varios cuentos, algunos publicados, que hablaban de lo mismo, desde antes de poder sacar este tapón, que fue A veinte años, Luz, que me permitiera llamar a las cosas por su nombre. Algunos eran relatos fantásticos y otros, más realistas, pero trataban de contar la misma historia por caminos diferentes. No es que alguien me haya prohibido antes decir la palabra muerte, o la palabra miedo. Pero había otras formas de contar. En un manuscrito de mis cuentos, había palabras tachadas, y eso hablaba de algo que yo quería disimular. En el cuento Su pequeño y sórdido reino el tema es si se puede hacer arte o literatura con tanta suciedad. Es una alegoría. En Joy, una mujer huele mal, huele algo que no la deja vivir, y sólo ella lo huele. Es arquitecta y va a la ópera con su pareja, también muy elegante, pero el olor es una alegoría de que adentro de ella hay algo podrido que no la deja vivir. En Siete noches de insomnio, una mujer exiliada encuentra en España a un hombre que, dentro del campo de detención, la trataba bien, como si fuera su novia, junto a otro que la torturaba. El tema es a quién odia más ella, si al que la torturaba o al que ejercía ese otro tipo de tortura. El ex represor la reconoce y logra escaparse. Él tiene miedo de ella. Hoy las cosas han cambiado. Hoy los represores están sentados en el banquillo.
¿Qué impresión tienes de la presencia de Argentina como invitada de honor en la Feria del Libro de Fráncfort? ¿Cómo salió todo?
Estoy contenta, me parece que salió todo muy bien. Hace diez años que publico en Alemania con Suhrkamp y, en verdad, el lector alemán es muy importante para un autor porque es un lector profundo, que se interesa por todas las historias que les contamos. Alemania tiene todo un trabajo con la memoria que me asombra.
Entrevista de Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas