Bush promete evidencias
30 de enero de 2003Las positivas reacciones europeas al discurso del presidente estadounidense, George Bush, en lo que se refiere a su acápite dedicado a Irak, resultan a primera vista sorprendentes. Porque tanto la Unión Europea como Francia y Alemania -dos países que se han pronunciado decididamente por agotar todos los esfuerzos diplomáticos para evitar una guerra- subrayaron nuevamente que la toma de decisiones en este conflicto corresponde al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y el hecho de que el mandatario estadounidense haya manifestado su disposición a consultar con el gremio no atenúa lo medular de su mensaje: Washington está decidido a actuar militarmente contra Bagdad, con o sin el consentimiento de la ONU.
Pocas novedades
Las palabras de Bush no revelaron nada nuevo en este sentido. Tampoco eran desconocidas las acusaciones contra el régimen de Saddam Hussein que el presidente enumeró, ni las advertencias sobre la amenaza que supone Irak para la seguridad mundial. Igualmente, el jefe de la Casa Blanca quedó debiendo una vez más las pruebas sobre los arsenales de exterminio masivo que ocultaría Irak y las supuestas conexiones de este país con la red terrorista de Osama Bin Laden.
La única novedad real fue el anuncio de que Washington presentará por fin esas evidencias, con fecha y lugar concreto: el 5 de febrero, en el Consejo de Seguridad. Tal decisión mereció aplausos incluso en Berlín, donde el canciller Gerhard Schröder y el ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, hicieron hincapié en que tales informaciones contribuirán al trabajo de los inspectores de armas en Irak.
¿Por qué ahora?
Se justifica entonces preguntar por qué Estados Unidos no ha entregado hace ya mucho tiempo el material que posee a los especialistas de la ONU, y por qué se dispone ahora a revelarlo en una instancia política como el Consejo de Seguridad, en lugar de proporcionarlo confidencialmente al equipo de expertos encabezado por Hans Blix.
El margen de interpretación es amplio. El ex-presidente de la Comisión Militar de la OTAN, general Klaus Naumann, aventuró la explicación de que la revelación de tales pruebas podría poner en peligro la vida de los informantes que se encuentren aún en Irak y habría que tener posibilidad de ponerlos a salvo antes de actuar. Pero otros son más escépticos, como el vicepresidente de la bancada parlamentaria socialdemócrata alemana, Gernot Erler. Según él, el hecho de que no se haya entregado de inmediato las evidencias a los inspectores da pie a la sospecha de que el propósito estadounidense no es poner al descubierto los programas iraquíes de armamento, sino legitimar la guerra.
Pero en las más altas esferas del gobierno de Berlín se prefiere optar por el optimismo. Así, el canciller Schröder destacó la coincidencia con Estados Unidos en cuanto a que Irak debe incrementar su cooperación con los inspectores de armamento. Además dijo no interpretar el discurso de Bush como un aviso de que se desmarcará de las decisiones de la ONU. No obstante, no pudo negar su preocupación, ni la duda en cuanto a si se conseguirá evitar la guerra y resolver el conflicto pacíficamente.