Brasil: entre el pánico y la resistencia a Bolsonaro
24 de octubre de 2018La segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas parece estar decidida. Una encuesta publicada este martes (24.10.2018) pone al populista de derecha Jair Messias Bolsonaro (57 por ciento) muy por delante del izquierdista Fernando Haddad (43 por ciento). A mediados de septiembre, Haddad suplantó a Luiz Inácio Lula da Silva como candidato del Partido de los Trabajadores porque la Justicia local le prohibió al exmandatario (2003-2010) competir por la presidencia. Lula está preso bajo cargos de corrupción.
¿Adónde llegará Brasil conducido por un Gobierno de Bolsonaro? Es difícil decirlo a ciencia cierta. Si se cree lo que él mismo promete, en el gigante sudamericano se volverá a vivir "como hace cuarenta o cincuenta años”. Es decir, como en los oscuros tiempos de la dictadura militar (1964-1985) que Bolsonaro defiende apasionadamente desde hace mucho. Hace apenas unos días, el domingo pasado (21.10.2018), juró en un mensaje de video "una limpieza como no se ha visto nunca en este país”, aludiendo a criminales y a opositores políticos.
Quien no se subordine a la voluntad de la mayoría puede elegir entre el exilio y la cárcel, esgrimió Bolsonaro, quien fue objeto de un atentado con cuchillo a principios de septiembre. A los defensores de los derechos de los sin tierra y los sin techo se les tratará como terroristas, ha dicho también. En lo que concierne a Haddad, una celda al lado de la de Lula parece esperarlo si su rival gana en las urnas.
Instituciones débiles
En el mejor de los casos, arguye el politólogo, es posible que las ideas más radicales de Bolsonaro sufran la misma suerte que las de su ídolo, Donald Trump: hasta ahora, las instituciones de Estados Unidos las han rebatido efectivamente. "El problema es que las estructuras en Brasil no son tan fuertes”, observa Stuenkel. Prueba de ello es la impotencia exhibida por la Justicia cuando Bolsonaro fue acusado de financiar campañas de desinformación con dinero de origen oscuro.
Conocedores del acontecer brasileño como el periodista Alexander Busch, columnista de DW, comparan el auge de Bolsonaro con el ascenso de Adolf Hitler en Alemania y auguran una acelerada deriva autoritaria de su Ejecutivo, si llega a ganar. No obstante, Busch también considera posible que el sistema político brasileño lo "amanse” como ocurrió con Lula, quien terminó implementando una política económica liberal, y también con el conservador Fernando Henrique Cardoso (1995-20002), quien aplicó una política más social de lo esperado.
Para otros expertos, como Stuenkel, Bolsnaro se parece menos a Hitler que al presidente filipino Rodrigo Duterte, quien justifica la violación sistemática de los derechos humanos alegando que no hay otra forma de luchar efectivamente contra la criminalidad. A los ojos de Stuenkel, si Bolsonaro asciende a la presidencia de Brasil, cabe contar no solamente con más violaciones de derechos humanos, dentro y fuera de las favelas y de la selva amazónica, sino también con la restricción de los derechos civiles de grupos sociales minoritarios.
Perseverancia y miedo
Entre los simpatizantes genuinos y circunstanciales de Haddad reina una mezcla de perseverancia y miedo; muchos de ellos hablan de ofrecer resistencia, pero algunos se preparan para votar y también para abandonar el país si Bolsonaro triunfa. En general, el ambiente está cargado de pánico y paranoia en Brasil. A la desinformación puesta en circulación calculadamente se suman los discursos de los predicadores evangélicos, donde se alerta que los activistas LGBTI llegarán al poder si su supuesto líder, Haddad, vence a Bolsonaro en las elecciones.
Y el miedo nubla la razón. Bolsonaro está pidiendo que sus compatriotas le entreguen un cheque en blanco cuando presenta un programa de Gobierno tan inconsistente como el suyo, pero hay actores de peso en la sociedad brasileña a los que eso no parece importarles. Según Alexander Busch, el empresariado local mira a Bolsonaro con algo de esperanza, pese a que sus pronunciamientos sobre la reducción del tamaño del Estado y la privatización de las empresas estatales son contradictorios. Según Stuenkel, Bolsonaro no es menos peligroso para la economía que para otros ámbitos.
También su colega Marcelo Neri, economista de la sede carioca de la Fundación Getulio Vargas, duda de las ventajas que algunos ven para la economía brasileña en el triunfo de Bolsonaro. Por otro lado, no está claro si todas las políticas del populista de derecha son viables: puede que Bolsonaro tenga una robusta mayoría a su favor, pero su base parlamentaria está formada, ante todo, por grupos de lobby nacionalistas –policías y militares– que no tienen mucho que decir sobre el recorte de las jubilaciones o la privatización de las empresas estatales, por ejemplo.
El clima social está demasiado envenenado como para promover un nuevo inicio. "Es como si todo hubiera sido rociado con gasolina en este momento. Lo mejor sería no jugar con cerillas. Con el expresidente Lula en la cárcel y Bolsonaro convaleciente tras el atentado en su contra, a Brasil lo que mejor le caería sería un político conciliador, como Nelson Mandela”, alerta Neri.
Thomas Milz (ERC/ERS)
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