Bolsonaro, un colonialista brasileño
27 de agosto de 2019Hay una cosa que reconocerle al presidente brasileño, Jair Bolsonaro: ha logrado que la selva del Amazonas atraiga una enorme atención. En años recientes, los ambientalistas solo podían soñar con tanto interés.
Bolsonaro también suma puntos con su retórica en el debate sobre la Amazonía. Su rechazo de la ayuda internacional, con el argumento de que los europeos deberían empezar por reforestar sus propios bosques, lo comprueba. Después de todo, no sin razón el Gobierno alemán convocó a una cumbre por los bosques en septiembre.
Y luego está el argumento colonialista: cuando el presidente de Brasil, excolonia de Portugal, lo utiliza, puede estar seguro de contar con el apoyo de sus compatriotras. Ya sea que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, tenga o no la “mentalidad colonial” de la cual Bolsonaro lo acusa, el colonialismo es parte de la historia francesa.
La dictadura militar como modelo
Pero cuidado: la lengua floja del presidente de Brasil no sirve para proteger el Amazonas. Por el contario, justifica que continúe su destrucción, y es hipocresía pura. Ya que Bolsonaro, un autoproclamado crítico del colonialismo, ha mostrado que él mismo posee una “mentalidad colonialista” desde que asumió la presidencia. La evidencia de ello proviene de los tiempos en que Brasil fue una dictadura militar (1964-1985). Bajo el lema “El Amazonas nos pertenece”, los generales impulsaron la demarcación de la selva, aún poco poblada, y cerraron las fonteras exteriores contra una supuesta invasión extranjera.
Negocios con los indígenas
Pequeños agricultores del sur de Barsil, incluyendo muchos colonos alemanes, fueron atraídos a la selva con la promesa de recibir tierras gratuitas. Los nativos brasileños fueron puestos bajo la tutela del gobierno y debían ser “asimilados”. En esto se apoya Bolsonaro. El excapitán de tropa de paracaidistas es un partidario confeso de la dictadura militar brasileña. En su “mentalidad colonialista”, ve a los nativos de Brasil como “personas como nosotros”, a quienes misioneros, empresarios, militares y otros grupos de poder de la sociedad deben lograr familiarizar con los beneficios de la “civilización”.
Según la visión de Bolsonaro, los indígenas también deberán cultivar soja, criar ganado y extraer oro, incluso en áreas naturales o reservas. Muchos ya lo están haciendo, en tanto en Brasil no hay restricciones legales sobre la elección profesional de los indígenas.
Pero Bolsonaro quiere más: busca “ayudar” a los indígenas abriendo sus territorios a la inversión, los cuales, por ley, son inalienables y pertenecen al Gobierno de Brasil. Tal como sucedía en tiempo coloniales, esto podría resultar en que los menos beneficiados de la ganancia de sus territorios, sean los propios indígenas.
Protesta de los gobernadores
Es significativo que justamente los gobernadores de los nueve estados de la región del Amazonas contradigan el rechazo de Bolsonaro a la ayuda internacional. A diferencia del mandatario, todos se alegran por cada euro que la comunidad internacional invierte en la selva amazónica.
En vista del debilitamiento institutcional de las autoridades ambientales en Brasil, el gobernador del Estado del Amazonas, Wilson Miranda Lima, dice, convencido: “El Fondo Amazonia es fundamental. No lo lograremos sin ese apoyo económico”, explicó recientemente en entrevista para el diario brasileño Folha de Sao Paulo.
El Fondo Amazonia, creado por Noruega y Alemania, financia, entre otras cosas, cooperativas agrícolas, la designación de áreas protegidas y proyectos de ecoturismo. Esto crea puestos de trabajo, con los que la población local puede ganarse la vida sin tener que talar el bosque.
Crear empleos para los aproximadamente 20 millones de habitantes del Amazonas: eso es lo que Bolsonaro dice hacer, pero lo torpedea todos los días. Ningún argumento colonialista puede ayudar: la política para el Amazonas de Bolsonaro es el colmo de la hipocresía.
(ee/cp)
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