BMW: los herederos del poderoso clan
30 de septiembre de 2005No se le ve en las fiestas del Jet Set, no tiene pasatiempos extravagantes ni se viste con costosos vestidos de diseñadores. Si todos los millonarios fueran tan resistentes al despilfarro, seguramente las revistas de sociedad no tendrían nada de que hablar. Se trata de la mujer más acaudalada de Alemania. Susanne Klatten, nacida en 1962, es propietaria de un 50,!% de las acciones del consorcio farmacéutico Altana y de un 12,5% de las acciones del consorcio automotriz BMW. Pese a que ocupa el tercer puesto entre los más ricos de Alemania, vive de manera discreta y alejada de la opinión pública. Le gusta jugar golf y esquiar en Austria. Se la ve de vez en cuando, con porte discreto y elegante, asistiendo a alguna cita oficial. Y lo que llama la atención en ella, son los tres hombres que la acompañan. Tienen aspecto de hombres de mundo, importantes y acostumbrados a tener la voz cantante. Pero estando Susanne Klatten presente, toda la atención se dirige a ella.
El poder tras bambalinas
Se trata de su grupo de asesores que la acompañan a todo evento oficial. No es el dinero de ella lo que motiva el afanoso tratamiento de ellos, sino el poder que ella controla. Susanne Klatten es la única mujer con poder en el masculinizado mundo automotriz. Ella y su hermano menor, Stefan Quandt, dirigen tras bambalinas la toma de decisiones en BMW, deciden quien ocupa que puesto. La dimisión de Bernd Pischetsrieder del puesto de presidente del consorcio fue un parteagüas en la historia de BMW, pues representa la emancipación de Susanne Klatten y su hermano Stefan Quandt. Desde entonces, ambos son las figuras fuertes del consorcio.
Stefan Quandt, de 38 años, es el soltero más codiciado de Alemania, vive en la casa paterna cerca de Fráncfort y por cierto se dice que es una persona sumamente amable y sencilla. Estudió ingeniería comercial y ha trabajado en Hong Kong y en Estados Unidos. Su patrimonio personal es estimado en unos 4.500 millones de euros.
Mientras que Stefan tiene fama de temperamental, Susanne es considerada una profesional competente y sumamente disciplinada. Su trayectoria profesional parece trazada con un objetivo: el convertirla en empresaria. Estudió administración de empresas en la Universidad de Buckingham e hizo post-grados en Suiza. Tras una estancia en Estados Unidos, trabajó como aprendiz en la planta de la sede de BMW en Múnich, bajo el seudónimo de Susanne Kant. Ahí conoció a su marido, Jan Klatten, con quien tiene tres hijos. El año pasado, la empresaria donó 2.800 millones de euros de su patrimonio personal para la fundación de una sociedad que a su vez fomenta la creación de nuevas empresas.
La reserva es tradición
Sus solícitos asesores se esfuerzan en mantener toda cuestión personal lejos de la opinión pública. Esta extrema reserva es justificada por el temor a que se convierta en blanco de algún acto criminal, pero el hermetismo hacia la prensa tiene tradición en la aristocrática familia. Su padre Herbert, quien padecía una dolencia en los ojos y murió casi ciego a principios de los 90, era aún más reservado. Y de su madre, Johanna Quandt, apenas si se conoce alguna fotografía. Su abuelo, Günther Quandt dió el impulso decisivo a la tradición empresarial de la familia y su padre Herbert fue el arquitecto que levantó a BMW de la bancarota en la que se encontraba el consorcio tras la Segunda Guerra Mundial.
Desde que Johanna Quandt comenzó a retirarse de los puestos de representación en el imperio familiar, a finales de los 90, ahora son sus hijos los que dan de que hablar. Igual que su padre, ambos entienden su papel de accionistas y como miembros de varios Consejos de Vigilancia. Desde ahí deciden sobre su patrimonio y participación, ya sea en BMW, en Altana o Delton. Si las cosas no marchan de acuerdo a sus expectativas de rendimiento, no se andan con miramientos. Así fue como Susanna Klatten al lado de Stefan forzó la dimisión de Bernd Pischetsrieder del puesto de presidente ejecutivo de BMW.
El pecado de Pischetsrieder fue haber errado en la compra del fabricante automotriz británico Rover, un millonario pozo sin fondo, como se comprobó después. También fueron ellos quienes manejaron posteriormente la sustitución de Helmut Panke por Joachim Milberg al frente del consorcio. “Ella maneja los hilos del poder con gran habilidad”, afirma uno de los miembros del Consejo de Vigilancia.
Las acciones no son todo
La mayoría de las veces, su discreta actuación no responde al conocido concepto de ‘Shareholder Value’, es decir, el rendimiento de accionistas de acuerdo a la cotización bursátil. Los herederos observan muy atentamente que la empresa en la que invierten asuma sus responsabilidades ante sus empleados y que la política empresarial responda a criterios medioambientales. Los Quandt mantienen sus inversiones a largo plazo, pero no a cualquier costo. Ejemplo de ello es la fábrica de camisas ‘Van Laak’. Precisamente en el sector a partir del cual la dinastía construyó su poderío, es decir, la industria textil, es donde menos suerte han tenido los Quandt. Stefan se opuso a seguir sosteniendo a la deficitaria empresa perteneciente al grupo Delton y a mediados del 2002 acabó vendiéndola.
Susanne Klatten evita la publicidad a toda costa y sus apariciones en público son reducidas al mínimo. Ante los medios aparece sólo excepcionalmente. Gracias a una protección extrema, poco se sabe sobre su vida privada y la de sus tres hijos.
Tampoco se sabe mucho sobre su hermano Stefan Quandt, lo que si es un hecho es que no pertenece a la clase de jóvenes aristócratas que dá de que hablar por concurrir en discotecas en St. Moritz o en la isla de Sylt, en el mar del norte, lugar tradicional de encuentro de acaudalados alemanes. En cambio se le ha visto alguna vez en la tribuna de un estadio presenciando emocionado un partido de fútbol.