Benedicto XVI: una retirada digna
11 de febrero de 2013Es una verdadera revolución. Desde hace más de 700 años ningún Pontífice había renunciado voluntariamente. La explicación oficial es que Benedicto XVI, que pronto cumplirá 86 años, dejará el cargo debido al rápido debilitamiento de su salud. Pero el Papa, que no es un hombre del pueblo como su predecesor polaco, sino un brillante teólogo e intelectual, siempre tuvo dificultades con el cargo. Esa fue la impresión que quedó también tras su viaje por Alemania en 2011. En esa ocasión, muchos opinaron que el Papa había perdido contacto con las preocupaciones del común de los católicos.
La renuncia abre ahora la posibilidad de que suba al trono de San Pedro un nuevo Papa más abierto a las reformas, que encuentre respuestas a la crisis de la Iglesia en Europa y Norteamérica, donde la institución pierde cada vez más feligreses y le cuesta encontrar nuevas vocaciones sacerdotales.
El que Benedicto haya decidido no morir en el cargo es un paso inteligente. El largo proceso de deterioro de su antecesor, Juan Pablo II, está fresco aun en la memoria. Joseph Ratzinger evitará morir en público. En sus últimos años podrá dedicarse a su gran pasión, la escritura de textos teológicos. La renuncia no fue del todo sorpresiva. El propio Ratzinger había dicho hace años que solo debe ser Papa quien tenga el vigor necesario para desempeñar ese difícil cargo. Únicamente el momento del anuncio constituyó una sorpresa. En el Vaticano, los que están al tanto suponían que Benedicto renunciaría después de Semana Santa. El Papa se había visto además muy afectado personalmente por el escándalo de la filtración de documentos confidenciales. Ha perdido la confianza y ha debido quedarle claro que no controla a la poderosa Curia del Vaticano.
Resulta difícil predecir quién será el sucesor de Benedicto XVI. Los cardenales acudirán al cónclave más peculiar en muchos siglos, ya que no llorarán a un Papa difunto, sino que tendrán la oportunidad de osar un nuevo comienzo, tras ocho años de conservadurismo. No obstante, el Papa reforzó al bando conservador con el nombramiento de muchos nuevos cardenales de esa tendencia.
Con su empeño de retornar a lo fundamental, Benedicto XVI se granjeó muchas críticas, pero intentó resguardar la médula de la fe católica. Su renuncia es un paso valeroso, un paso revolucionario. El se tomó la libertad de darlo. Y ha sentado un precedente. Sus sucesores ya no podrán aferrarse al cargo. El Pontificado deja de ser de por vida. Con ello, el Vaticano se abre un tanto a la idea secular de poder y democracia.
Hace ocho años, cuando sorpresivamente el cardenal alemán fue elegido Papa, el diario de boulevard germano “Bild” tituló “¡Somos Papa!” Ahora, el titular debería ser: “Nos retiramos, pero con dignidad”.
Autor: Bernd Riegert
Editora: Rosa Muñoz Lima