Bayer-Monsanto: ¿cuánto aguantará la empresa?
14 de mayo de 2019Basta con tomar una calculadora y sacar cuentas: supongamos que cada uno de los demandantes en las causas relativas al glifosato que aún están pendientes en Estados Unidos -13.400 en total- termine recibiendo la misma indemnización que se le prometió a Alva y a Alberta Pilliod, la pareja cuyo cáncer ha sido atribuido al controvertido pesticida: 900 millones de euros. Los desagravios superarían la inimaginable suma de 12 billones de euros. Rápidamente queda claro que Bayer –cuya sede principal está en Leverkusen, Renania del Norte-Westfalia– nunca podría financiar los resarcimientos; hacerlo implicaría el fin de la empresa de 156 años.
Monsanto, el sepulturero de la compañía, tiene su base de operaciones cerca de St. Louis, Missouri. Hasta su absorción por parte de Bayer, la productora de agroquímicos estadounidense era una firma independiente que cotizaba en la bolsa de valores y cultivaba una reputación entre dudosa y mala. Pero eso no detuvo a Werner Baumann, jefe de Bayer desde hace tres años, en su empeño de comprar a Monsanto por unos 59.000 millones de euros. Es evidente que Baumann pagó un precio demasiado alto: hoy día, Bayer ya no vale ni siquiera 54.000 millones de euros en la Bolsa.
Histórica asamblea de accionistas
Hace tres semanas, la progresiva desvalorización de Bayer hizo que los accionistas se llevaran las manos a la cabeza y le denegaran a la junta directiva la posibilidad de deslastrarse; esta es la primera vez que esto ocurre en una de las treinta empresas más grandes que cotiza en la Bolsa de Fráncfort. Pese a todo, Werner Baumann conserva su puesto; el consejo de supervisión de Bayer sigue confiando en él. Eso no sorprende a nadie; después de todo, el jefe de ese gremio de control es Werner Wenning, quien fue jefe de Bayer durante ocho años y ve a Baumann como su delfín.
Lamentablemente, las malas noticias no dejan de llegar. El pasado fin de semana se supo que en la sede francesa de Monsanto se crearon listas secretas con nombres, números telefónicos, direcciones privadas y hasta pasatiempos favoritos de políticos, científicos y periodistas. El objetivo de esa información era facilitar la "reeducación” de las voces críticas. Se cree que esas listas también fueron creadas en Alemania y otros países. Bayer dice no haber sabido nada al respecto.
Es muy probable que otras sorpresas sigan saliendo a la luz. Como dijo una vez Brent Wisner, abogado de Alva y Alberta Pilliod: al comprar a Monsanto, Bayer compró "cien años de corrupción y de fraude científico”. La empresa debe admitir ese error. Y eso solo puede implicar una cosa para Bayer: la compañía debe llegar a arreglos con los demandantes para poder financiar las indemnizaciones. Eso sería una tarea difícil porque la empresa de Leverkusen todavía se está recuperando de los costos que trajo consigo la adquisición de Monsanto. Sin embargo, no hay otra solución a la vista. Si no se llega a acuerdos, Monsanto se convertirá realmente en el sepultador de un consorcio alemán de escala internacional.
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