Barack Obama y Angela Merkel aseguran que sí se quieren
25 de junio de 2009Angela Merkel nunca se unió al coro de críticas contra Georg W. Bush. Tampoco le hubiera resultado fácil justificar sus quejas, después de haber pertenecido en su día a los que hubieran seguido al ex presidente hasta la guerra de Irak. Y, aún así, en los buenos tiempos, en los tiempos sin crisis y sin tasas de endeudamiento al alza, en los tiempos del G-8 en Heiligendamm y de los grandes planes medioambientales, un Barack Obama le hubiera sido práctico a Merkel.
La canciller intentó llevar a Bush al terreno de la lucha contra el cambio climático: con escaso éxito. Ahora, la Casa Blanca tiene un inquilino que da pasos hacia una reducción de las emisiones de gases contaminantes en Estados Unidos: pequeños pasos contemplados desde Europa, gigantescos en comparación con las medidas tomadas hasta la fecha en el país. Sin embargo, el mundo vive hoy amenazado por una recesión internacional para cuyo freno está gastando miles de millones, y los objetivos ecológicos se pierden en un incierto futuro.
Ya no estamos en buenos tiempos. La Cumbre del G-8 en Heiligendamm pasó. Ahora hay que ocuparse de la crisis y ver cuánto dinero queda después para costear los planes climáticos. Obama puede hipnotizar a las masas, pero no hace milagros. Y Merkel lo sabe. La canciller participa la parte que le corresponde en la euforia del "we can!", pero los dos pies que mantiene sobre el suelo le impiden aplaudir sin haber comprobado los resultados y, para eso, todavía es pronto en Washington. Su primera visita al hogar de los Obama será amistosa y cordial, pero de trabajo: ninguno de los temas que llenan la agenda merece el calificativo de fácil.
¿Se quieren?
"Por decirlo de alguna manera: Merkel parece ser la única líder europea que no se ha dejado embelesar por el glamour, el carisma y todo el espectáculo que rodea a Barack Obama", opina Sally McNamara, del think-thank conservador estadounidense Heritage Foundation. Porque la canciller ha tardado tanto en dejarse ver en la capital estadounidense, ésta es su primera visita a la Casa Blanca desde que Obama asumiera el cargo de presidente, la relación entre ambos políticos se ha convertido en el mayor objeto de debate entorno al actual encuentro.
¿Se quieren Angela Merkel y Barack Obama? "Yo creo que en muchos aspectos no se soportan", dice MacNamara, "el ambiente a nivel laboral es bueno, pero si se observa el trato personal que mantenían Merkel y Bush… más allá de lo que se quiera pensar sobre sus diferencias políticas parecían llevarse bastante bien. Eso no lo observamos entre Angela Merkel y Barack Obama y, en lo que a las cuestiones políticas se refiere, el pulso va a ser tan duro como lo fue con Bush."
Ciertamente, Merkel no ha perdido la compostura por ser la primera en fotografiarse junto al presidente estadounidense en el Jardín de las Rosas. Pero también es verdad que ésta será la cuarta reunión bilateral de los mandatarios en lo que llevamos de año. La última vez que se vieron fue a principios de junio en la ciudad alemana de Dresde. "Es un gran placer volver a estar otra vez con mi amiga, a quien admiro por sus inteligentes análisis y su discurso certero", declaró Obama en aquella ocasión. "Trabajar con el presidente estadounidense es realmente divertido", aseguró por su parte Merkel.
"La relación es muy, muy buena", contradice el embajador estadounidense en Alemania, John Koenig, la teoría del desagrado, "este tema es una invención de los medios, que intentan ver problemas donde no los hay". Simplemente, describió en Berlín alguien cercano a Merkel, "la canciller no participa en competiciones de simpatía al estilo de ¿quién se lleva mejor con Estados Unidos?".
Posturas divergentes
Más allá del nivel de compatibilidad entre Angela Merkel y Barack Obama, lo cierto es que existen una serie de temas candentes en los que ambos políticos, trabajen bien juntos o no, defienden posturas divergentes.
La Admnistración estadounidense ha tratado de convencer a Alemania de que aumente el dinero público puesto al servicio de los fondos de lucha contra la crisis financiera internacional. Lo intentó en la Cumbre del G-20 en Londres, y fracasó. "El presidente no estaba satisfecho, pero no le queda más remedio que aceptar la postura alemana", comenta Doug Bandow, de otro think-thank estadounidense, el Cato Institut, en este caso liberal.
Como no podía ser de otro modo, la crisis dominará las conversaciones entre Merkel y Obama en Washington. Pero también Afganistán estará sobre la mesa. Estados Unidos quiere más implicación europea en esta guerra, y más compromiso germano. Sin embargo, Merkel cuenta con reducidas posibilidades de ofrecerle al nuevo presidente más de lo que puso a disposición de Bush: el contingente de soldados que Alemania mantiene en el país ha alcanzado prácticamente el máximo que le permite el mandato parlamentario y, con una población mayormente contraria al envío de más efectivos, hacerlo aumentar es una tarea complicada.
Guantánamo es otra de las cuestiones espinosas que los reunidos tendrán que afrontar en la Casa Blanca: bien en el encuentro previo a cuatro ojos, o bien en el almuerzo posterior con Hillary Clinton. "La Administración estadounidense tratará de obtener concesiones de Alemania en este asunto", dice Bandow. Berlín se sigue resistiendo a acoger a ex prisioneros de la base cubana en su territorio.
Y, además, estará el medio ambiente, los objetivos climáticos y la firma del tratado que suceda a Kioto. Puede que aquí reine más unanimidad que ante el plan para combatir la crisis, la estrategia para Afganistán o el modo de desmantelar Guantánamo. Si no fuera porque ya no estamos en los tiempos de Heiligendamm, la rueda de prensa en el Jardín de las Rosas podría ser tan grandiosamente ecológica.
Autor: Luna Bolívar/ Peter Stützle/ Albercht Ziegler/ Bettina Klein
Editor: Pablo Kummetz