Balance de la fusión este-oeste
4 de noviembre de 2014Unas 400.000 personas emigraron del este hacia el oeste en un solo año. Era 1989, el año de la caída del Muro de Berlín. Otras 400.000 siguieron sus pasos en 1990. Fue una verdadera huida en masa de la antigua República Democrática Alemana (RDA). El entonces canciller germano federal, Helmut Kohl, estaba bajo presión. Apenas tres meses después de la caída del Muro, anunció para el 1 de julio de 1990 la unión monetaria. Los ciudadanos germano-orientales percibirían marcos occidentales, como aliciente para permanecer en su terruño. Ese regalo tuvo un precio que se paga hasta el día de hoy.
Productividad dispar
Kohl pasó por alto las advertencias de los economistas, y a partir del 1 de julio de 1990 se comenzaron a pagar sueldos, arriendos y jubilaciones en marcos occidentales, al cambio de 1:1. Pero eso no se correspondía con los niveles de ambas economías. En las postrimerías de la dictadura de la RDA, la productividad llegaba allí a cerca de un tercio de la occidental. El cambio paritario provocó una revaloración notable de los precios en el este de Alemania.
Las empresas de esas regiones perdieron definitivamente la competitividad cuando se negociaron rápidos aumentos de sueldos. Tales aumentos “se adelantaron en parte al desarrollo de la productividad y las empresas no podían resistirlos”, indica Gerhard Heimpold, del Instituto de Investigaciones Económicas de Halle (IWH). Muchas tuvieron que cerrar.
Hasta 2005, el masivo proceso de desindustrialización costó más de un millón de empleos, calcula Heimpold. La desocupación subió ese año al 18,8 por ciento en el este de Alemania.
Repunte económico
En 2006 se produjo un cambio de tendencia. Las cifras de desempleo comenzaron a bajar. En 2013 llegaron al 10,3 por ciento, el nivel más bajo desde 1991. Quien examina los datos con atención, constata que ya no basta con la simple diferenciación este-oeste. Turingia, por ejemplo, está en mejor situación que Renania del Norte Westfalia o que Bremen.
Lo más notable fue el repunte económico del este en los primeros 5 años tras la caída del Muro. Las arcas de la RDA estaban vacías y grande era la necesidad de inversiones en el mercado inmobiliario, la infraestructura y las empresas.
Hasta mediados de la década del 90, el PIB per cápita creció tan rápido como en Alemania occidental en los tiempos del milagro económico de la posguerra. De acuerdo con cálculos del instituto IFO de Dresde, las transferencias financieras de la parte occidental sumaron cerca de 560.000 millones de euros entre 1991 y 2013. “Fue dinero bien invertido”, afirma Heimpold. Hoy en día, las empresas del este están bien equipadas y la infraestructura es moderna.
Sin embargo, tras el repunte vino el estancamiento. Las grandes inversiones ya se han realizado, pero la brecha no se cierra. El PIB del este ha llegado a un 67 por ciento del occidental. Klaus Heiner Röhl, del Instituto de la Economía Alemana de Colonia (IW), piensa que no es necesaria una equiparación al 100 por ciento, pero apunta que “un 67 por ciento es muy poco”. También Heimpold considera que la meta es lograr mayores avances en cuanto a la productividad. Pero eso es difícil, porque las consecuencias de aquella unión monetaria se han convertido en un testarudo problema estructural.
Mediana empresa
El este de Alemania no se ha recuperado realmente de la enorme desindustrialización de la fase inicial. Lo que impera allí es la empresa mediana. “Si tomamos empresas con entre 100 y 250 empleados y hacemos una comparación entre el este y el oeste, veremos que son bastante similares en cuanto a su fortaleza económica”, apunta Röhl. No obstante, la productividad germano oriental equivale solo a tres cuartos de la occidental.
Lo que falta en el este son grandes empresas. Todas ellas están en la parte occidental, y eso marca la diferencia. En promedio, no solo son más productivas, sino que también exportan más y pueden crecer por lo tato con mayor rapidez. Además, las grandes empresas realizan más investigación y son por ello más innovadoras y competitivas.
Naturalmente, las medianas empresas orientales también pueden crecer. Pero eso necesita tiempo, como subrayan Heimpold y Röhl. Y eso es lo que el este de Alemania no tiene, en vista de que los jóvenes altamente cualificados emigran, acentuando la disminución de la población económicamente activa. Según Röhl, todos los procesos deben volverse más eficientes e innovadores. De ese modo se podría contrarrestar “una especia de letargo que quizás se propaga allí”, opina. Es una tarea gigantesca para la mediana empresa. Si lo logra, Alemania podrá felicitarse por una exitosa fusión este-oeste. Pero no antes.