Bajo sospecha
Los familiares de las víctimas alemanas y descendientes de alemanes lo intentaron todo para obtener algún dato sobre el destino de sus desaparecidos. "Ïbamos como locos de aquí para allá; golpeando a todas las puertas", cuenta Ellen Marx, de 83 años, cuya hija Leonor fue secuestrada en agosto de 1978. La Embajada alemana parecía ser la instancia salvadora. Los familiares de casi todos los 95 alemanes desaparecidos pidieron ayuda a representantes diplomáticos con la esperanza de que Alemania, por su importancia internacional, interviniera para esclarecer qué había pasado con las víctimas, y así poder encaminar los reclamos de justicia. Pero la embajada desilusionó a todos.
"Alemania es responsable, ya que no hizo nada para rescatar a sus ciudadanos", acusa Luisa Wettengel, cuyo hermano fue secuestrado en 1976 por las Fuerzas Armadas. La embajada no hizo nada más que practicar una "diplomacia silenciosa": Conversaciones cuyo contenido hoy se desconoce, de las que no existen resultados visibles. Además, se derivaba a los familiares a supuestos militares "bien informados", que los ayudarían en sus búsquedas. Entre ellos se encontraba un Oficial, llamado "Mayor Peirano" quien, como se sabría luego, pertenecía al tristemente célebre "Batallón 601 de la Armada" del SIDE (Servicio de Inteligencia del Ejército Argentino), cuerpo especializado en operaciones de seguimiento, secuestros y chantajes millonarios. También los esfuerzos del gobierno germano quedaron a la zaga. Luego de muchos titubeos, el entonces Canciller Helmut Schmidt se dirige al dictador Videla en una amable misiva, preguntando por el paradero del estudiante alemán Klaus Zieschank. La respuesta de la Junta: "El gobierno argentino nunca tomó prisionero a Zieschank". Después de esa respuesta, nadie hizo más preguntas.
La presión de otros países
Los pedidos de ayuda de algunos padres desesperados fueron rechazados rudamente por empleados de la embajada alemana. "Por los terroristas no podemos hacer nada", tuvo que escuchar el padre de Bettina Ehrenhaus cuando solicitó ayuda en el caso del secuestro y desaparición de su yerno. "Al contrario de Alemania, otros países como Estados Unidos o Francia presionaron a la Junta Militar y lograron la liberación casi inmediata de algunos de sus ciudadanos", acusa Bettina Ehrenhaus, cuyo marido aún continúa desaparecido.
Luisa Wettengel dice lo que todos los familiares piensan: "Para la embajada tenían más importancia las buenas relaciones económicas con Argentina que los prisioneros alemanes". La usurpación del poder democrático en Argentina no provocó ningún tipo de protesta en el gobierno germano, ni entre los líderes de su economía. Se sacaron el sombrero ante la política económica del Ministro José Alfredo Martínez de Hoz, quien abrió el mercado argentino a los inversores extranjeros con la anulación de reglas aduaneras que obstaculizaban el comercio exterior. Además, se cercenaron los derechos de los trabajadores, y se desoyeron reclamos salariales. Las empresas alemanas cerraban lucrativos negocios, y florecía la industria armamentística. La República Federal de Alemania se convirtió en uno de los mayores proveedores de armas a la Argentina.
Genscher tiene que declarar
Según la opinión de los familiares, el gobierno germano no sólo se negó a colaborar, sino que ocultó intencionalmente a las familias toda información sobre los desaparecidos. En el caso del estudiante Klaus Zieschank están indignados sobre todo por el comportamiento del entonces Ministro del Exterior Hans-Dietrich Genscher. Zieschank había viajado de Munich a Buenos Aires en 1976 para realizar unas prácticas y fue secuestrado pocos días después del Golpe Militar. Su madre, ya fallecida, que vivía en esa época en la capital argentina, pidió ayuda a la representación diplomática alemana. Al negársele dicha ayuda, la Sra. Zieschank viajó hacia Bonn, donde después de consultar a la Oficina de Asuntos Exteriores, ésta le aconseja guardar silencio sobre la desaparición de su hijo.
Ya en ese momento, Klaus Zieschank probablemente estaba muerto, y Genscher debió haberlo sabido. Motivo de tal sospecha es el comentario del otrora embajador en Buenos Aires, Jörg Kastl, en una charla con el documentarista alemán Frieder Wagner: "En aquellos tiempos recibí una orden secreta firmada por Genscher, en la que éste decía: Sabemos que Zieschank está muerto, y Ud. debe mantener en secreto esta noticia, aún bajo amenaza de retiro", dice Kastl en el documental ‘Motivo de la Muerte: Silencio’. En septiembre Kastl declaró en juicio a puerta cerrada ante la Fiscalía de Nuremberg, la que investiga en el caso de 40 desaparecidos alemanes y descendientes de alemanes. "Por lo que pudimos averiguar, la Oficina de Asuntos Exteriores otorgó a Kastl un permiso restringido para realizar declaraciones", dice Konstantin Thun, abogado de la Coalición Contra la Impunidad, que representa los derechos de las víctimas germanas. "Exhortamos al Ministro de Exteriores Joschka Fischer a levantar dichas restricciones."
Los familiares de los desaparecidos también quieren que Genscher se presente a declarar ante la Fiscalía de Nuremberg, la cual no ha tomado en consideración citarlo al político. "Queremos saber cómo Genscher se enteró tan pronto sobre la muerte de Zieschank. ¿Tal vez porque se lo dijo el mismo Videla personalmente? ¿Existen todavía actas secretas sobre el caso?", cuestiona Thun. La Oficina de Exteriores tiende un manto de silencio sobre tales temas. Dicen que seguirán apoyando a los familiares de las víctimas. Pero hasta el momento no ha emitido una disculpa oficial sobre las negligencias cometidas durante la dictadura militar.