Nicanor Parra y la antipoesía
24 de abril de 2012“Soy acreedor del Premio Cervantes por un libro que estoy por escribir”. Las palabras del escritor chileno Nicanor Parra resonaron en la madrileña Universidad de Alcalá de Henares en una atípica ceremonia de entrega del galardón más importante de las letras en español: ni el premiado ni el rey Juan Carlos de España pudieron estar allí.
A Parra, sus 97 años le impidieron viajar desde su casa de Las Cruces, en la costa chilena, donde su nieto Cristóbal Ugarte lo dejó hace unos días rodeado de libros, la mayoría de ellos versiones y estudios de El Quijote y alguna obra de la biblioteca del hidalgo español, como los seis tomos de La Araucana, de Alonso Ercilla. No en vano, el príncipe Felipe le entregó a Ugarte el premio con las siguientes palabras: “Cervantes reconocerá en Nicanor Parra un espíritu afín, un poeta desnudo de adornos, con atuendo de vecino de Chillán” y, en el parnasillo de poetas galardonados con el premio, le dará la bienvenida como “colega” y “raro inventor”, “rupturista” y “esencial”.
Montaña Rusa
Durante medio siglo / la poesía fue / el paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / y me instalé con mi montaña rusa. / Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo si bajan / echando sangre por boca y narices.
Antipoesía. Este es el estandarte que Parra ha ondeado durante toda su carrera. Una escritura que deja la forma a un lado y se centra en un tema popular, contemporáneo, tratado con una característica ironía que profundiza en el punzante mensaje que se esconde detrás de una sonrisa torcida. Crítica en forma de lírica.
Nicanor Parra no ha sido el primero ni será el último en sacar a la luz esta idea. El concepto de “antipoesía” cuenta con un buen número de antecedentes y similares, como el mismo Parra admite en la introducción a su libro Poemas y antipoemas: “Bauticé los Poemas y Antipoemas posteriormente. Había comenzado a escribirlo en 1938, pero sólo di con el título en 1949 o 1950, en Inglaterra. Andaba rebuscando por una librería cuando me fijé en A-poèmes, libro del poeta francés Henri Pichette. ¡De modo que la calificación de ‘antipoema' se había empleado en el siglo XIX —aunque probablemente los griegos ya la usaran!”
Convivencia... O no
En Alemania, el concepto de “antipoesía” no está exento de controversia y visiones encontradas. Algunos autores la ven como una suerte de “antónimo” a la poesía tradicional, sin por ello negar la posibilidad de una convivencia entre ambos estilos. A ellos pertenece Wilhelm Rey, autor del libro titulado, de hecho, Poesía de la Antipoesía (1978). La doctora Graciela Wamba Gaviña, de la Cátedra de Literatura Alemana de la Universidad Nacional de la Plata, Argentina, aduce en entrevista con DW que para afirmar algo así debemos primero plantearnos algo esencial: “Primeramente deberíamos preguntarnos qué es lo tradicional: ¿Hablamos de formas clásicas o de formas establecidas en el siglo XIX por los románticos, o hablamos quizás de lo tradicional referido a las vanguardias de comienzo del siglo XX? Los críticos de poesía tienen que repensar todos sus conceptos del siglo XX. En general, se volvió tanto en narrativa como en lírica al placer de narrar voluminosamente y con fruición acerca de la historia y de la posmemoria. En la lírica, el discurso del pasado recuperado, el de la violencia y la revuelta política también necesita comunicarse en lírica, ‘transmitir contenidos' y por ello renacen formas más o menos tradicionales en el sentido del siglo XIX.”
La “antipoesía”, según otros escritores más radicales como el escritor alemán Hugo Friedrich (1904-1978), deja precisamente de lado ese afán de comprender el lenguaje poético como comunicación, según el estudio de la Dra. Wamba La lírica alemana después de los '60: conflictos del género, dando pasos hacia una “autoaniquilación” con poemas “herméticos” cuyos efectos son “la sugestión al lector, la desaparición de los valores sensibles y la renuncia del lector a comprender el lenguaje poético como comunicación.” Estas afirmaciones plasmadas en su obra La estructura de la lírica moderna, de 1956, este “mensaje apocalíptico”, como lo describe la Dra. Wamba, está, según ella, desactualizado. “La poesía ha logrado reacomodarse al postmodernismo y florece en todos los ámbitos, sobre todo como fenómeno popular. ¡En la época de las redes sociales, pensemos que la lírica como el Haiku y el microrrelato subsisten a los 140 caracteres de Twitter!”
Candente como el primer día
Y es que, según la Dra. Wamba, aunque cuando hablamos del concepto de antipoesía nos referimos a las vanguardias del comienzo del siglo XX, a día de hoy el género se sigue desarrollando no sólo en su forma, sino también en sus contenidos. La “antipoesía” de Nicanor Parra se caracteriza por un lenguaje coloquial y dirigido a las clases populares, versada sobre temas actuales y sin “pelos en la lengua”. Lo mismo que podría decirse de ciertos autores alemanes; en concreto, a Günter Grass, que en las últimas semanas ha acaparado la atención mundial con su incendiario poema Lo que hay que decir.
“Lo comparable de las dos poesías -tanto de Nicanor Parra como la de Günter Grass- es que son discursos creadores de una memoria popular acerca del pasado revolucionario y más presente”, explica la Dra. Wamba, “una lírica que apunta al lector común formado con una cultura de medios y con referencias quizás demasiado atenidas a un concepto de historia moderno.”
Una muestra de que tanto la lírica, tanto la alemana como la hispana, sigue teniendo el poder de transmitir mensajes capaces de sacudir a la sociedad en todos sus niveles. Con o sin forma.
Autora: Lydia Aranda Barandiain
Editor: Enrique López