Asilo: Venezuela-España, odisea sin retorno
27 de agosto de 2018En España, las instancias oficiales y no gubernamentales dedicadas a la protección de los refugiados tienen grandes desafíos por delante: por un lado, apoyar a las autoridades de ese país para que sigan socorriendo cabalmente a los migrantes que arriban a sus aguas y, por otra parte, dejar en claro, tanto a la opinión pública local como a los partidos que atizan la xenofobia con fines políticos, que no son millones de personas las que cruzan el Mediterráneo o saltan las vallas de Ceuta y Melilla en su camino hacia el norte. Sí, España destronó a Italia y es ahora el primer destino en Europa de los migrantes provenientes del Magreb –más de 20.000 han sido rescatados del mar desde enero de 2018–, pero su situación está lejos de ser crítica, recalcó recientemente la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex).
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) está haciendo advertencias similares para evitar que los españoles se sobresalten ante el vertiginoso aumento de las solicitudes de asilo de ciudadanos venezolanos, cuyo país atraviesa una de las épocas más oscuras de su historia. “Desde hace tres años, la mayoría de las personas que demandan protección del Estado español son de nacionalidad venezolana. En 2016 se registraron 4.200 peticiones, en 2017 fueron 10.600 y en lo que va de año se han realizado más de 12.700”, informa María Jesús Vega, portavoz de ACNUR en España, en entrevista con DW. Los solicitantes de asilo colombianos están en segundo lugar (5.078), seguidos por los sirios (1.574), según la Oficina de Asilo y Refugio (OAR), adscrita al Ministerio del Interior español.
“El hecho de que en 2015 sólo 600 venezolanos buscaran refugio en España es un indicio de la velocidad con que las condiciones de vida se han deteriorado en la nación sudamericana”, sostiene Vega. El informe más reciente de la Oficina Europea de Ayuda al Asilo (EASO) revela que, en 2014 –un año después de que Nicolás Maduro asumiera la presidencia de Venezuela–, sólo un centenar de venezolanos solicitaron asilo en la Unión Europea. En 2017, esa cifra subió a 12.020. Por razones históricas, lingüísticas, culturales y familiares, España es el primer Estado comunitario en la lista de quienes cuentan con los medios para escapar de las penurias impuestas por la “Revolución Bolivariana”. “Los principales focos de acogida son Canarias, Cataluña, Galicia y Madrid”, comenta el sociólogo Tomás Páez Bravo.
Cifras y destinos
Páez Bravo es autor del libro La voz de la diáspora venezolana (Catarata, 2015), cuya tercera edición está en preparación, dejando entrever el interés que existe por el tema. ACNUR estima que 2,3 millones de venezolanos se encuentran fuera de su tierra natal y que aproximadamente 1,6 millones de ellos han salido de Venezuela desde 2015, pero la investigación de Páez Bravo apunta a que son 3,3 millones los expatriados; el especialista acusa al instituto oficial de estadísticas venezolano de rehusarse a llevar la cuenta o de negarse a publicarla. En el capítulo español de ACNUR desconocen el número exacto de venezolanos que han recibido el beneficio de asilo en la llamada “Madre Patria”; Páez Bravo alega que sólo quince de sus compatriotas, ni más ni menos, han sido reconocidos como refugiados.
“La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) dejó saber que sólo 1.500 de las 10.600 peticiones hechas el año pasado han sido evaluadas y que, de esas 1.500 solicitudes, sólo quince fueron aprobadas. El hecho de que las evaluaciones de los casos no avancen a un ritmo adecuado a las circunstancias y de que la tasa de denegaciones de asilo sea tan alta, ha hecho que el estatus migratorio de mucha gente se torne irregular”, señala el sociólogo desde Barcelona. “La Oficina Europea de Estadística (Eurostat) constató que en España había más de 17.700 peticiones de venezolanos pendientes hasta abril de 2018. El Ministerio del Interior de España ha reconocido que es necesario invertir más recursos económicos para superar las insuficiencias en todas las etapas del proceso de otorgamiento de asilo”, lamenta Vega.
Aunque la vocera de ACNUR en España enfatiza que el flujo migratorio procedente de Venezuela es manejable para el Estado español –sobre todo si se le compara con el que han recibido Colombia (800.000 personas), Perú (400.000) y Brasil (50.000)–, miles y miles de venezolanos están suspendidos en el limbo. Páez Bravo atribuye la lentitud y la reticencia a concederles el estatus de refugiados a funcionarios excesivamente rigurosos en términos procedimentales y mal informados sobre la realidad venezolana. “No es cierto que los españoles –ni los de a pie ni sus representantes políticos a escala nacional y europea– tengan claro lo que ocurre en Venezuela o las dimensiones de su crisis. Y los burócratas parecen entender que hay venezolanos huyendo de la persecución política, pero no que hay venezolanos escapando de la escasez de alimentos y medicinas, por ejemplo”, arguye.
Crisis surreal
“¿Cómo se le hace entender a un funcionario español que alguien como yo, que alcancé el nivel más alto al que puede aspirar un profesor universitario, gane mensualmente en Venezuela el equivalente de un dólar o menos? ¿Cómo se le hace entender que un joven vino a España con dinero suficiente para estudiar y poco después de llegar se quedó sin recursos por el manejo discrecional que el Gobierno venezolano hace de las divisas a las que ese joven debía tener acceso desde España? Ese es un caso de la vida real; uno de muchos. Ese joven no es un perseguido político; pero, ¿cómo no darle asilo en España, si obligarlo a regresar a Venezuela implica condenarlo a pasar hambruna con su familia, una familia que él bien podría apoyar económicamente desde Europa si se le diera asilo y la oportunidad de trabajar legalmente?”, acota Páez Bravo.
Consultado por DW sobre las características de los venezolanos que cruzan el Atlántico con la esperanza de hallar amparo en España, el sociólogo admite que delinear perfiles no era el objetivo de las indagaciones sobre las que se basó su libro La voz de la diáspora venezolana, para el cual sondeó las opiniones de 950 venezolanos alrededor del mundo y sostuvo cien entrevistas de profundidad. “Desde luego, ahora que el barco hace aguas, el contingente que emigra es mucho más diverso que hace unos años”, observa Páez Bravo. María Jesús Vega, de ACNUR, coincide con él: “Entre quienes piden asilo hay activistas opositores, periodistas y personas LGBTI. Los que aquí llegan nos cuentan que han salido de su país por la violencia, la situación de los derechos humanos, la inestabilidad política, el contexto socioeconómico y las altas tasas de inflación que les impiden acceder a lo más básico”, enumera.
De ahí que, en más de una ocasión, personalidades o exmiembros de la élite chavista y políticos españoles cercanos a ella hayan sido blanco de rechiflas al ser vistos en las calles de ciudades con una comunidad venezolana numerosa. De los abucheos no se ha salvado ni el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, descrito por Páez Bravo como el defensor de los intereses de Nicolás Maduro en las negociaciones del chavismo con sus opositores. “En todo caso, yo ahora escucho el acento venezolano y veo restaurantes de comida venezolana adonde quiera que voy”, asegura, por su parte, la periodista barinesa Andrea Daza, quien actualmente está a cargo del departamento de prensa de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales de la Universidad Ramon Llull, en Barcelona.
Diáspora creciente
“Cuando llegué a Cataluña, en 2010, aún se podía aspirar a una emigración ordenada. Entre 2006 y 2012, el sistema venezolano de cambio de divisas todavía funcionaba bien, sobre todo para quienes, como yo, se habían venido a España a estudiar. Gracias a los 20.000 bolívares que reuní vendiendo todas mis pertenencias en Caracas, al apoyo de mi pareja catalana y a los 400 euros que le compraba al Gobierno venezolano a precios subsidiados para mi manutención mensual como estudiante, pude vivir en Barcelona varios años sin generar ingresos. Hoy día, mis paisanos rara vez pueden emigrar de manera planificada a España; el que logra dar el salto no está tan jodido como el que huye de Venezuela a pie, pero su meta inmediata ya no es estudiar, sino montar su propio negocio y buscarse la vida lo antes posible”, cuenta Daza.
“Aquellos venezolanos con pasaporte comunitario que vienen buscando empleo en empresas españolas y no lo consiguen o trabajan bajo condiciones insatisfactorias terminan yéndose a otros países porque, en España, la precariedad laboral se ha acentuado. El pasaporte europeo no garantiza que vayas a conseguir un oficio decentemente remunerado en España”, agrega Daza. Elena Pastor la secunda: la artista multimedia caraqueña viajó a Madrid en 2014 para participar en el festival PHotoEspaña, se quedó allí al contemplar desde la distancia el agravamiento de la crisis venezolana y decidió mudarse a Alemania, dos años más tarde, al percatarse de que España no había superado del todo la crisis financiera de 2008. “Madrid no podía ofrecerme estabilidad ni laboral ni económica”, dice Pastor, quien se radicó en Hamburgo.
En 2016 consiguió cupo en la residencia para artistas donde actualmente vive, empezó a participar en exposiciones colectivas para dar a conocer sus proyectos y comenzó a ganarse la vida en la escena gastronómica a orillas del río Elba. “Aunque en Alemania no me estoy haciendo rica, la relación entre las horas trabajadas y el pago que uno recibe por ellas es más justa”, subraya. “Mi plan original no era quedarme definitivamente en Europa, pero, por fortuna, yo ya tenía mi pasaporte comunitario cuando me vine porque mi padre era español. Eso sí, si bien tengo la sensación de que Hamburgo es el lugar donde quiero estar, de que la ciudad y yo podemos aportarnos mucho mutuamente, no puedo decir que abandonar Caracas y luego Madrid haya sido fácil. Cambiar de país es siempre un proceso agotador”, confiesa Pastor.
Evan Romero-Castillo (CP)
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