Así es Hollande, el electo presidente de Francia
6 de mayo de 2012Sería exagerado decir que François Hollande le debe su ascenso a la jefatura del Estado francés a Marine Le Pen. Pero si la líder de ultraderecha logró persuadir a los acólitos del Frente Nacional de “votar en blanco” en la segunda vuelta de los comicios presidenciales, es muy probable que su abstención haya propiciado la victoria del candidato socialista este domingo (6.5.2012) frente a su principal contendiente, el conservador Nicolas Sarkozy. Todos los esfuerzos del último en ganar puntos con un discurso agresivo parecen haber sido en vano.
Hollande, el sobrio
Hollande, en cambio, apostó a la mesura durante la campaña electoral. De hecho, la sobriedad que muchos le aplaudían, describiéndola como una virtud propia de los grandes estadistas, llegó a ser usada en su contra por sus oponentes: de gris y aburrido lo tildaron algunos medios locales. No obstante, está claro que la mayoría de los franceses han querido darle una oportunidad a un presidente menos infatuado con la élite económica, la prensa del corazón y la política como espectáculo; rasgos nada halagadores atribuidos a Sarkozy.
Hollande no es el presidente de los corazones, sino de las cabezas. Y, sin embargo, antes de que estallaran los escándalos en torno a la vida privada de Dominique Strauss-Kahn, expresidente del Fondo Monetario Internacional, nadie habría creído que el político de 57 años podría llevar a los socialistas al poder. En lugar de encabezar un ministerio, Hollande hizo carrera dentro del partido. Y cuando su correligionaria, Martine Aubry, lo sucedió como líder del Parti socialiste, dijo que Hollande lo había dejado en un estado deplorable.
Hasta Ségolène Royal, su expareja y excandidata a la presidencia de Francia, llegó a preguntar retóricamente el año pasado: “¿Pueden los franceses mencionar una cosa que él haya construido en treinta años de carrera política?”. No, Hollande no siempre contó con el respaldo incondicional de sus camaradas. Fue sólo tras la anulación política de Strauss-Kahn, el “macho alfa” sobre cuyos hombros reposaban las esperanzas de los socialistas para las elecciones recién celebradas, cuando las cualidades de Hollande comenzaron a sobresalir.
Los franceses y Europa
Su programa de Gobierno, “Los sesenta compromisos para Francia”, fue redactado vagamente para alienar a la menor cantidad posible de potenciales electores. La renegociación del pacto fiscal firmado por 25 países comunitarios fue uno de los pocos puntos de su agenda que generó un airado debate. Pero hasta eso, opina el politólogo parisino Renaud Dehousse, puede incluirse entre los eslóganes que Hollande articuló con éxito, pensando más en las reacciones de los votantes franceses que en las de los políticos en el exterior.
“Hollande habló de ‘renegociación’ porque él sabía muy bien que entre sus posibles electores habría mucha gente que, en el plebiscito de 2005, votaron en contra de la Constitución europea”, asegura Dehousse. Igualmente, cuando Hollande le pidió a Alemania que mostrara “más solidaridad”, en el marco de un discurso que atrajo la atención internacional, él sabía que ese llamado caería bien dentro y fuera de los bastiones tradicionales del socialismo francés. Pero eso no significa que Hollande sea un antieuropeo. Al contrario.
“Berlín puede contar con un jefe de Estado francés mucho más cercano a las posiciones alemanas en materia de política comunitaria que su predecesor”, enfatiza Dehousse. Es puertas adentro donde Hollande enfrentará los retos más grandes: el nuevo presidente ha prometido crear empleo en el sector educativo y revocar algunos aspectos de la reforma de las jubilaciones aprobada por Sarkozy, pero la golpeada economía nacional y la presión de los mercados financieros podrían obligarlo más bien a acentuar los recortes del gasto público.
Autores: Andreas Noll / Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina Valencia