Argentina y el "Programa Siria"
19 de agosto de 2016La apertura hacia el exterior ha definido los primeros meses de la presidencia de Mauricio Macri en Argentina y ello implica también tomar un rol activo en uno de los problemas que preocupan a la comunidad internacional, el de los refugiados sirios. Macri concretó su intención el pasado mes de julio en un comunicado conjunto con la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini. El “Programa Siria” prevé la emisión de visas humanitarias para ciudadanos sirios y sus familias o palestinos que se vean afectados por ese conflicto. Pero ¿qué debe tener el “Programa Siria” para que no se convierta en un fracaso de integración, como ocurrió en Uruguay?
Decisión en un contexto internacional
Para empezar, Argentina es el país de América Latina con más inmigrantes en términos absolutos y una parte importante es la comunidad árabe. “Nosotros somos 4 millones de descendientes árabes, entre sirios y libaneses, que ingresaron a la Argentina a partir de la década de 1880”, dice a Deutsche Welle Adalberto Assad, presidente de la Asociación Arabe Argentino Islámica. “Macri dijo que va a recorrer el país y va a hablar con distintos gobernadores para ejercer también de soporte con respecto al programa nacional de refugiados sirios. Es una decisión tomada dentro de un contexto internacional, que se inserta en la línea que lleva a cabo la Unión Europea, el mensaje del Papa y de EE. UU. Es una especie de compromiso para dar lugar a gente que está escapando de la guerra, y Argentina, humildemente, dentro de su programa, manifestó que podía recibir tres mil refugiados, siempre y cuando hubiera ayuda financiera internacional. Hasta hoy no la hay, pero, a pesar, de eso, Macri seguirá con ese tipo de iniciativa”, explica Assad.
¿Qué papel puede jugar esa comunidad árabe ya asentada? “Nosotros debemos tratar de cuidar de que la persona que viene sea compatible con la persona que ya está. No puedes poner ideológicamente a una persona partidaria de Assad con otra que está en contra. Por aquí en Argentina está asentado históricamente el alauita, que es prácticamente el bando de Assad, pero también entran sunitas, que piensan muy distinto, y también católicos. Tenemos que saber de qué forma podemos hacer para que todos podamos convivir en paz dentro de la diversidad y la diferencia”. Además de infraestructura básica de vida que los refugiados necesitan, las instituciones árabes, así como las ONG, la iglesia católica, la evangélica, la ortodoxa, pueden colaborar con el Gobierno nacional para ayudar a la gente a que llegue a Argentina. Pero Adalberto Assad insiste en una condición: “Los organismos deben trabajar para conocer quién ingresa en el país. Para nosotros es de suma importancia, porque la comunidad árabe no puede detectar quién entra en la frontera argentina.”
“Brote islamófobo”
La oleada de refugiados y la serie de ataques islamistas sufridos en Europa ha provocado el miedo en la comunidad argentina. “Ahora existe un brote islamófobo por ciertos acontecimientos por los que se quiere responsabilizar al musulmán por cosas que no ha cometido. Acá ya sucede, hay musulmanes discriminados o estigmatizados por el hecho de serlo o por usar vestimenta islámica. Tras la caída del Muro de Berlín, el islam ha pasado a ser el enemigo del mundo. Y, si nos dejamos llevar por las experiencias mundiales, nos damos cuenta de que las fronteras son un colador en cualquier lugar. Nosotros hemos tenido experiencias muy fuertes acá y los musulmanes hemos pagado las consecuencias colaterales”, dice Assad.
Esa es su mayor preocupación, porque ya es consciente de que el proceso de adaptación de sirios a un país como Argentina o Uruguay es complejo, y considera que traer a estos refugiados puede ser en muchos casos una solución transitoria, mientras se resuelve el conflicto en su país de origen. “Es difícil que venga el sirio y se adapte. No es fácil. Acá podría pasar lo que sucedió en Uruguay. Por eso el Gobierno toma constantemente decisiones al respecto: brindar un pasaje aéreo, recibirlos, ubicarlos, darles una vivienda, facilitarles acceso al mercado laboral y además una contención psicológica y anímica. Pero nuestra preocupación no es el sirio o el libanés, porque nosotros conocemos nuestros principios y preceptos. El problema es que se infiltre un mercenario con un pasaporte adulterado o un apellido deformado. Esa persona que puede parecer un ciudadano normal, porque está bien entrenada, y a los ocho meses pone una mochila con bombas…”, se lamenta Assad.