América Latina: ¿qué integración quiere la región?
25 de febrero de 2014Brasil y la UE se aproximaron este lunes (24.02.2014) en negociaciones bilaterales. También bi y no multilaterales fueron los acuerdos de libre comercio concluidos por la UE en 2013 con Perú y Colombia. Simultáneamente, la cumbre del Mercosur se ha aplazado “hasta que la situación en Venezuela se calme”. Hechos sintomáticos en los procesos de integración en América Latina y su relación con el resto del mundo. Un observador de la integración latinoamericana da claves para su comprensión.
DW: ¿Cuáles son hoy los más importantes proyectos de integración en América Latina? ¿Qué futuro les ve?
Benjamin Reichenbach: Los dos proyectos de integración económicamente más importantes son el Mercosur y la Alianza del Pacífico. El Mercosur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, fue creado en 1991. La Alianza del Pacífico, integrada por México, Colombia, Perú y Chile, fue creada en 2012. En los últimos años han surgido también instituciones regionales que tienen un carácter más bien político: la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC). Paralelamente existen también otras varias alianzas, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP), la Comunidad Andina (CAN), el Sistema Centroamericano de Integración (SICA), la Comunidad del Caribe (CARICOM) y la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA).
El Mercosur parece debilitarse cada vez más. Mientras Argentina y Venezuela llevan adelante una política proteccionista y dirigista, Brasil y Uruguay apuestan más por una apertura e integración en los mercados mundiales. ¿Tiene futuro el Mercosur?
El Mercosur continúa siendo el proyecto con mayor profundidad de integración en América Latina. No obstante, nunca ha alcanzado su objetivo: la creación de un mercado común. Hasta hoy continúa siendo una unión aduanera incompleta con numerosas excepciones. El Mercosur fue creado como un proyecto regional abierto y dirigido a los mercados mundiales. Luego de primeros éxitos, entró en profunda crisis, con las turbulencias monetarias en Brasil y Argentina alrededor del año 2000. Uno de sus problemas estructurales centrales es que Brasil, en su calidad de socio más importante, es económicamente mucho menos dependiente del Mercosur que el resto de sus integrantes. El ingreso de Venezuela en 2012 tuvo lugar por motivos puramente políticos. El estancamiento del Mercosur a nivel de política económica, que también se debe a Brasil, se profundizó así aún más. Si los socios no logran hallar una línea de política económica común a largo plazo, sería pensable una flexibilización de los mecanismos del Mercosur en interés de Brasil y Uruguay. Para los países socios –también el ingreso de Bolivia fue firmado ya en 2012– el proyecto de integración como unión aduanera continúa teniendo un gran valor, que otros proyectos de integración no ofrecen.
A menudo se habla de la creación de una moneda común del Mercosur. ¿Cuán realista es esa idea, en vista de que los diversos países que lo componen no se ponen de acuerdo en una política económica común?
Una unión monetaria del Mercosur es actualmente impensable. La crisis del euro ha demostrado que para ello es imprescindible antes una armonización de políticas económicas y financieras. De eso están muy lejos los países del Mercosur.
¿Qué perspectivas tiene la Alianza del Pacífico? ¿Está orientada solo hacia el comercio libre y la exportación de materias brutas, como se afirma a menudo, o tiene también una dimensión política y social?
La Alianza del Pacífico, compuesta por México, Colombia, Perú y Chile, ha ganado últimamente gran dinámica como acuerdo de libre comercio. Costa Rica se ha propuesto formar también parte de ella a más tardar en el 2015. Alemania es uno de 30 países con estatus de observador. La Alianza del Pacífico suma 210 millones de habitantes y representa casi el 35 por ciento del PIB latinoamericano. Si bien existen planes de crear un Parlamento, visados unitarios y representaciones diplomáticas comunes, en primer plano se hallan los intereses comerciales, con una clara orientación hacia Asia. Gran parte de las exportaciones de Chile y Perú ya van en esa dirección, México y Colombia quieren seguirlos. China es uno de los socios comerciales más importantes de los cuatro países. El comercio intrarregional de los países miembros entre sí está, no obstante, poco desarrollado, lo que podría dificultar a largo plazo los esfuerzos de integración.
Mientras que las tensiones entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico son insoslayables, parecen que países de ambos proyectos han encontrado una plataforma común en UNASUR. ¿Cómo se explica?
Las aspiraciones y la realidad en relación con UNASUR han cambiado desde su creación. La idea original, poco realista, fue que el Mercosur y la Comunidad Andina se fusionaran. Como no funcionó, UNASUR fue adaptada a las realidades políticas y –a diferencia del Mercosur y la Alianza del Pacífico, que están orientadas hacia la integración económica– ha adquirido un carácter más político. La identidad de UNASUR, de la que son miembros todos los doce países sudamericanos, se alimenta de su pertenencia geográfica a América del Sur, mientras que ALBA posee una orientación más ideológica. Uno de los objetivos de UNASUR es justamente proporcionar impulsos a la integración física. Si bien es legítimo preguntarse si para ello se necesita una organización regional, UNASUR ha probado en los últimos años ser un buen mecanismo de solución de conflictos políticos, lo que ha justificado plenamente su existencia.
¿Qué papel desempeña la Comunidad Andina? ¿Son las numerosas superposiciones de las diversas alianzas sensatas y prácticas?
La Comunidad Andina (CAN) prácticamente solo existe sobre el papel. Luego de la salida de Venezuela, en 2006, se produjo una división de la CAN en países orientados hacia el libre comercio (Perú y Colombia) y países críticos con el libre comercio (Bolivia y Ecuador). Con la creación de la Alianza del Pacífico por parte de Colombia y Perú, así como una aproximación de Bolivia y Ecuador al Mercosur, la CAN está prácticamente muerta. Recientemente, los Estados miembros han resuelto ya disolver el Parlamento Andino, que existía desde 1984.
¿Falta en algunos países la convicción de la necesidad de proyectos de integración? ¿Son los objetivos de largo plazo sacrificados en el altar de los intereses nacionales de corto plazo?
La Unión Europea surgió en una situación histórica particular luego de la Segunda Guerra Mundial, que llevó a una mayor disposición a integrarse y a renunciar a parte de la soberanía nacional. Muchos de las alianzas latinoamericanas tienen, por el contrario, un carácter intergubernamental. Es correcto que en muchos casos los intereses nacionales impiden una profundización de la integración regional. Simultáneamente hay que tener en cuenta que las democracias latinoamericanas se diferencian en parte fuertemente, tanto en su estructura institucional como en su concepción de la democracia, de la situación europea, lo que dificulta una renuncia a partes de soberanía y su transferencia a instancias superiores. Además, la crisis de la Unión Monetaria europea ha hecho perder crédito a la UE como modelo de integración regional, por lo que los países latinoamericanos desarrollarán cada vez más formas propias de integración, que eventualmente dejan fuera la renuncia a competencias nacionales. Si así pueden evitar déficits de legitimación por una falta de inclusión de la población, eso no tiene por qué ser una desventaja.
¿Qué relaciones desarrolla la UE con las diversas alianzas regionales y con qué objetivos?
Si bien la UE es el más importante socio comercial del Mercosur, las negociaciones UE-Mercosur para llegar a un acuerdo de libre comercio, que tienen lugar desde el año 2000, no han sido exitosas hasta ahora. Luego de una pausa de seis años, fueron retomadas en 2010, pero avanzan con muchas dificultades, por lo que probablemente no se llegue a acuerdo alguno. Entre la UE y el SICA, por el contrario, fue firmado en 2012 un Acuerdo de Asociación, con el objetivo de favorecer el comercio bilateral y abrir los mercados, lo que beneficia sobre todo la exportación de productos europeos a América Central. Temas sociales y políticos fueron mayormente excluidos. Con respecto a la CAN, la UE ha contribuido claramente a su división. Mientras que oficialmente apoya el fomento de los proyectos regionales, inició negociaciones bilaterales con Colombia y Perú, que, a pesar de críticas de organizaciones de defensa de los derechos humanos y ONG, concluyeron en 2013 en acuerdos bilaterales.
A la UE se la acusa una y otra vez de exigir la apertura de los mercados de otros países, pero proteger los propios. ¿Qué hay de cierto en eso?
Los acuerdos comerciales bilaterales tienen básicamente la desventaja de que el socio más fuerte puede inclinar a su favor las condiciones de un acuerdo. Eso hace justamente la UE en negociaciones bilaterales, al igual que los Estados Unidos. El menor nivel de desarrollo de los interlocutores más débiles no es tomado en cuenta. La UE descuida también aspectos políticos y sociales, que en parte no interesan a los gobiernos interlocutores, pero que en última instancia van en contra de los intereses de la población de esos países. La retórica pública y la acción política de la UE divergen mucho en eso.
Benjamin Reichenbach es Representante de la Fundación Friedrich Ebert (FES) en Venezuela.