Ya eran las cinco menos doce, cuando Merkel, muy a su estilo, volvió a resolver un problema ardiente. La canciller despidió, a pesar de la resistencia, al controvertido jefe de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (la agencia de inteligencia policial) Hans-Georg Maaßen, logrando, así, pacificar a la coalición.
Una solución típica de Merkel. Y es que todos salieron bien librados: tanto el SPD, que se asomó por la ventana y exigió la renuncia de Maaßen, como Seehofer, quien, por su parte, lo protegió en repetidas ocasiones. Y como si fuera poco: Merkel le dio a Maaßen un trabajo mejor pagado como secretario de Estado en el Ministerio del Interior.
Merkel logró su objetivo más importante al mantener a la coalición unida y lista para seguir trabajando. Dado que el problema tenía el potencial para haber generado una crisis gubernamental considerable, la solución puede ser vista como toda una hazaña política. Incluso si este arreglo llega a generar malestar entre muchos votantes.
En el ring con la canciller
Una vez más, como breve recordatorio: Hans-Georg Maaßen, jefe del servicio de inteligencia nacional, hace unas semanas, había puesto en duda la credibilidad de Merkel. Algo incoherente si se considera las afirmaciones de Maaßen, cuando públicamente afirmó que en los sucesos en Chemnitz no hubo ninguna persecución contra extranjeros, contrariando las declaraciones anteriores de Merkel.
Como Maaßen no pudo justificar sus afirmaciones, de repente su propia credibilidad fue debatida. En lugar de fortalecer el sentido de seguridad de las personas, sembró el miedo y la desconfianza. Incluso en los casos anteriores, como el procesamiento por terrorismo de la NSU y el caso de Anis Amri, perpetrador del atentado al mercadillo de Navidad en Berlín, no quedó bien parado. Trabajar con alguien así es muy arriesgado.
Daños colaterales
La capacidad de moderar conflictos fue considerado durante mucho tiempo la fortaleza de Merkel. Sin embargo, ahora tal virtud se puede interpretar, cada vez más, como una debilidad. Y es que todo parece indicar que Merkel solo puede seguir gobernado a través de malas concesiones a cada paso.
En última instancia, la pregunta sigue siendo cómo los ciudadanos evaluarán a largo plazo el hecho de que alguien que no hizo bien su trabajo, que desacató públicamente a la cabeza del Gobierno y que está más cerca de la AfD de lo necesario pueda seguir su camino, incluso con un ascenso. ¿Es esta acaso una solución política que dejará contentos a los ciudadanos?
En cuatro semanas, cuando alrededor de nueve millones de bávaros acudan a las urnas, no solo decidirán sobre el futuro del jefe de la CSU, Horst Seehofer, sino que también evaluarán a Merkel y su arreglo político. ¿Será pronto para asumir que los votantes no tienen una buena opinión respecto a la manera en que se le dio solución a este problema?
Autora: Rosalia Romaniec (few/mn)
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