Alemania, bienvenida al club de los países en crisis
10 de julio de 2022Irritada, escéptica, sorprendida. Estas eran las reacciones que me invadían cuando en mis años como corresponsal en Brasil volví a Alemania. "Debe ser terrible vivir en Brasil", me decían, "allta inflación, mucha criminalidad, pobreza, drogas y la Amazonia deforestada a una velocidad récord".
"¿Cómo puedes vivir en un país así?" E incluso peor, "¿cómo puedes amar a un país así?".
Esas mismas preguntas las recibo ahora cuando voy de vacaciones a Brasil y me reúno con amigos, una señal inequívoca de cuánto ha cambiado Alemania y la percepción que hay del país en el extranjero.
Alemania hoy suena muy distinto
Cuando ocurrieron las inundaciones en el valle del Ahr hace un año, unos amigos de Río de Janeiro me ofrecieron donaciones. Y ahora la terrible posibilidad de ducharse con agua fría en el próximo invierno si Rusia corta el gas es un escenario que a muchos brasileños les parece sencillamente escandaloso, teniendo ellos la costumbre de ducharse varias veces al día.
Antes, en Brasil y otros países, Alemania resonaba con admiración. En muchos aspectos, la potencia europea es vista como ejemplar, tanto en lo económico como en lo social. Sin embargo, con el tiempo también han surgido miradas críticas, y cada vez tengo que justificarme más y más por Alemania y sus problemas, intentando explicar la situación.
Muchos de mis interlocutores no tienen problemas con ello. Al contrario, dan la bienvenida a Alemania al club de los países en crisis, y asienten con simpatía bajo la lógica de "entiendo perfectamente de lo que estás hablando".
Más Brasil en Alemania
Para evitar malentendidos: los problemas de los dos países siguen siendo sumamente distintos, y no pretendo hablar mal de ninguno de los países ni restar importancia a las crisis que golpean a cada uno de ellos. El mensaje es sencillo: Alemania se ha vuelto un poco más brasileña desde la caída del Muro de Berlín.
La pandemia de coronavirus, la guerra, el terrorismo, la inflación, el "brexit", la crisis del euro y el cambio climático: la política nacional e internacional está desde hace más de 20 años en modo de crisis. Antes de que las coaliciones de gobierno puedan sentarse a pensar sobre lo que han aprendido al superar con éxito crisis pasadas, ya está encima un nuevo estado de emergencia. Y no parece haber un final a la vista.
Alemania nunca ha sido ni nunca será una isla de felicidad, aunque muchos lo deseen. Es hora de decir adiós de una vez por todas a esa aspiración. Alemania ha llegado al estado de crisis permanente.
¿De qué otra forma podría ser? El cambio climático no toma un desvío cuando se encuentra con las fronteras de Alemania. Y si bien en el país no están cayendo bombas, las consecuencias de las guerras en Ucrania y Siria se sienten claramente. A eso hay que sumar los problemas locales, como los puentes en mal estado, un internet lento, trenes que se atrasan y la escasez de personal en áreas como educación, salud y campos especializados.
Agotamiento y resistencia
Pese a todos esos problemas, amo a Alemania tal como es, al igual que amo a Brasil. Y ahí tenemos de nuevo la pregunta: ¿es posible amar a Brasil con un presidente como Jair Bolsonaro? ¿O a Alemania a pesar del AfD?
Sí se puede, porque admiro a la sociedad alemana por su capacidad para soportar los estallidos antidemocráticos y defender el Estado de derecho. Y admiro a muchos brasileños por la forma en que han luchado para preservar las instituciones democráticas en los últimos años, especialmente el Poder Judicial, que ha resistido con éxito los embates del presidente.
Incluso si las crisis políticas, económicas y sociales en curso me agotan y estresan, debo vivir con ellas. Puedo ignorarlas, maldecirlas, luchar contra ellas o simplemente rendirme.
El contacto con los niños de la calle en Brasil me enseñó que es posible hacer cambios incluso en situaciones que parecen desesperadas. Esos pequeños, que no tienen perspectiva alguna, me hicieron cuestionar mi pesimismo y reflexionar. En medio de una crisis permanente, esos encuentros pueden tener visos existenciales y aunque las crisis sigan presentes, los destellos de esperanza y humanidad adquieren una nueva dimensión y se tornan aún más importantes. (dzc/rr)