Alemanes de risa
30 de marzo de 2005
Considerados metódicos, organizados, ingenuos y cabezas cuadradas, Otto y Fritz son dos de las figuras de sobra conocidas en el universo humorístico de habla hispana. Los dos personajes, que se hicieron famosos con las viñetas de los años 20, proporcionaron la carnaza al creativo vulgo, que comenzó a ironizar sobre la idiosincrasia teutona. Pese a su tenacidad y esmero, sus aventuras no siempre acababan en buen puerto
Ambas figuras representaban el colmo de la imbatible lógica germánica y el correspondiente e inmediato fracaso ante la cruda realidad. Otto y Fritz trabajaban en una fábrica donde robaban piezas para hacerse un cochecito artesanal con el que disfrutar con Helga y Luise en el campo. Cuando tuvieron todas las piezas en su poder, Otto, el experto, se retiró a su casa e inició la tarea del montaje del automóvil. Pasaron los días y el coche no aparecía. Fritz perdió al fin la paciencia y le interrogó por teléfono. Y Otto confesó: "He armado el automóvil cincuenta veces y siempre me sale un cañón antiaéreo".
Del metódico alemán al inocente turista
Lo que más cuenta a la hora de torturar a los alemanes con el humor es su inocencia y su manera de teorizar el mundo, prescindiendo de la imaginación práctica más cercana a los latinos. Esta característica proporciona la excusa ideal para hacer escarnio satírico del mundo alemán.
Con el boom turístico de España, el humor de Otto y Fritz pasó a identificarse con el fenómeno del turista, personaje exótico y entrañable de las playas peninsulares. Así se convirtieron ambos en turistas rubios y enrojecidos por el sol, ingenuos en su hacer, y perfectas víctimas de la picaresca latina. Los dos se pasean por los restaurantes de la playa comiendo paella a precios desorbitados, y mostrando los calcetines de cuadros debajo de sus sandalias. Al intentar piropear a una belleza con este aspecto y con una frase como “¡a ti te parió una madre!”, no cosechan una sonrisa sino un reproche al estilo: “¡y a ti una gamba sinvergüenza!”
Intercambios idiomáticos
Otra de las virtudes humorísticas de los alemanes es su complicado idioma. Con sus eternas palabras y su fonética consiguen deleitar el oído del gracioso latino. Así encontramos ejemplos de palabras con traducción “sui generis” y situaciones harto curiosas.
Entre gotaskaen (lluvias) y nubescrujen (truenos), esperamos con nuestra storbo (suegra) a que el conductor destranke (abra) la puerta para subir al subanestrujenbajen (autobús). Y como dijo un humorista español, de un alemán te puedes esperar lo peor desde que para decirte gracias tiene que recurrir a un “tanque” (del alemán “danke”).
Desde Otto y Fritz hasta la llegada del turista los tiempos han cambiado, y por consiguiente también el humor. Sin embargo los clichés siguen siendo los mismos. La organización y tenacidad alemana no siempre son virtudes, sobre todo cuando la gente logra transformarlas en objeto de burla, tal y como descubrieron los usuarios de nuestro foro.