Alegre triunfalismo invade Alemania
20 de junio de 2006
Ecuador jugó su último partido de la primera fase del Mundial sin dos de sus ases: los goleadores Agustín Delgado y Carlos Tenorio, que habían anotado dos tantos cada uno en los encuentros previos, no salieron a la cancha. Pero eso no aminora el triunfo de Alemania, que se lució y dejó felices a los hinchas germanos. Fiesta en las calles, no sólo de Berlín sino de muchas ciudades alemanas, caravanas de autos tocando las bocinas, abrazos, en fin: el país celebra como si su selección ya hubiera llegado a la final. El propio seleccionador, Jürgen Klinsmann, tuvo que hacer un llamado a poner los pies sobre la tierra y recordar que, hasta el momento, sólo se ha logrado el objetivo mínimo que se había trazado: pasar a octavos.
Alabanzas a granel
Pero, contrariando el clásico escepticismo germano y hasta los imperativos del realismo, los alemanes no están dispuestos a escuchar más que palabras positivas por el momento. Palabras como las del jefe de la FIFA, Josep Blatter, quien declaró que por ahora no ve quién pueda parar a los alemanes. Razón tienen los dueños de casa para sentirse contentos. El equipo, que tantas dudas generaba hasta hace no mucho, se ve sólido y capaz de seguir avanzando. Y el entrenador, cuestionado hasta la saciedad, ha pasado a convertirse en un héroe, que tuvo el valor de cambiar los esquemas y hacer que sus muchachos le tomaran gusto al juego ofensivo que tanto agrada al espectador.
Otro motivo de felicidad trasciende el ámbito meramente futbolístico: ni una sola detención realizó la policía durante el juego de Alemania con Ecuador en Berlín, pese a que cerca de 700. 000 personas se dieron cita en el centro de la capital germana para ver el partido en la calle. Tampoco en otras localidades del país hubo altercados mayores que consignar.
Hinchas, no hooligans
En la ciudad de Colonia, donde se calcula que se dieron cita unos 85.000 ingleses y unos 15 mil suecos para apoyar a sus respectivos equipos, tampoco había mayor tensión al comenzar la noche. "Es un ambiente realmente bueno", comentó una portavoz de la Policía. Y eso es mucho decir, considerando que los hinchas ingleses eran de los más temidos por las fuerzas de seguridad. Ciertamente, uno que otro problema con el alcohol ha habido y también unas cuantas escaramuzas pero, por lo visto, las grandes hordas de hooligans no llegaron a Alemania.
Claro está que se tomaron providencias para evitar desbordes, como la de impedir la salida de Gran Bretaña a muchos personajes de conocida inclinación a la violencia. Además, en Colonia, los hinchas fueron conducidos fuera del centro de la ciudad y continuamente se mantuvo la vigilancia con helicópteros. Pero eso no incomodó a la gente. "Nos sentimos como VIPs", comentó una aficionada inglesa, con el mejor de los ánimos y la esperanza de que nadie lo eche a perder.