“Al final, Carlos el Chacal era un mercenario”
29 de marzo de 2017Antes de Osama bin Laden, antes de Abu Bakr al Bagdadi, el terrorista más buscado del planeta era un sudamericano. Un venezolano, específicamente. Ilich Ramírez Sánchez, nacido el 12 de octubre de 1949, perteneció a las filas del Frente Popular para la Liberación de Palestina y creó luego su propio grupo, la Organización de los Revolucionarios Internacionalistas. El martes 28 de marzo de 2017 la Justicia francesa lo condenó, por tercera vez, a cadena perpetua. En esta ocasión, por un atentado cometido en 1974 en el que dos personas perdieron la vida y otras 34 resultaron heridas.
Ramírez, conocido entre sus compañeros de lucha como "Carlos” por su origen latinoamericano, es considerado un héroe de la lucha palestina. Sobre sus hombros pesan cientos de muertes, lo que lo convirtió en un hombre muy buscado por las agencias de inteligencia, que tardaron años en dar con su paradero, hasta que en 1994 lo capturaron en Sudán. Él se considera una víctima, una persona "secuestrada” y no dudó en calificar de "absurdo” el último juicio llevado en su contra.
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Una de las personas que mejor conoce al también llamado "Chacal” es el periodista español Antonio Salas, autor de numerosos libros de investigación. Salas –un pseudónimo que usa por seguridad, misma razón por la que no se saca fotos a cara descubierta– se infiltró en las redes del terrorismo internacional, viajó a Medio Oriente, a Marruecos y Venezuela y terminó ganándose la confianza de Ramírez Sánchez, al nivel de que conoció a su familia y se convirtió en una suerte de confidente del terrorista, con quien conversaba casi semanalmente por teléfono. Le enviaba dinero y libros y montó una página web sobre El Chacal. Todo para poder avanzar en la investigación que dio forma al libro "El Palestino” (2010).
"Mi experiencia conviviendo con terroristas durante seis años es que el primer asesinato suele cometerse por ideología. Pero matar es difícil. Es un punto de no retorno. A partir de ahí o te gana la culpa y abandonas la lucha armada, o tienes que reafirmarte en que has hecho lo correcto por un bien mayor (una ideología, una religión, una patria, etcétera). El segundo camino es más fácil. Y a partir de ahí ya no hay límites. He presenciado conversaciones donde se justificaban atracos, torturas o violaciones en nombre de una ideología” revela Salas a DW.
Luego de conversar durante horas con él y servirle como su ayudante, ¿qué conclusiones saca de la forma de pensar y la personalidad de Ramírez?
Tengo docenas y docenas de horas de conversación con Ilich Ramírez grabadas. Y cada vez que vuelvo a escucharlas pienso lo mismo: es un personaje clave en la historia del siglo XX. Antes de Bin Laden era el terrorista más buscado del mundo. Tiene una enorme cultura, habla cinco idiomas... Pero aunque a muchos les resulte un personaje fascinante, creo que es un psicópata.
Ramírez parece tener cierto grado de libertad en Francia. Me refiero a que conversaba con usted por teléfono, usted le enviaba paquetes, etcétera. ¿Acaso lo abandonaron sus seguidores?
Solo a partir de 2008, cuando es trasladado a la prisión de La Santé, tuvo mayor libertad. Antes, en nuestros primeros contactos, estaba recluido en Clarvoix, una prisión de máxima seguridad donde no tenía ningún privilegio y solo podía telefonear a su hermano Vladimir. Así hablé con él por primera vez, por intermedio de su hermano. No, sus "admiradores" nunca lo abandonaron, y su familia tampoco. Yo conocí a su madre, hermanos, y lo consideran un héroe.
En su libro usted cuenta que le enviaba dinero. ¿Para qué?
El dinero lo quiere para llevar un mejor nivel de vida en la prisión. Es diabético y no le gusta la comida de la cárcel. Y los cigarros habanos que tanto le gustan son caros. Ilich se acostumbró a vivir con lujo toda su vida y se resiste a cambiar.
¿Reconoció en sus conversaciones con usted los crímenes de los que se le acusa?
Reconoció incluso asesinatos por los que nunca ha sido procesado. De hecho, reconoce haber participado en numerosas "operaciones militares" (con ese eufemismo se refieren a los atentados) con víctimas civiles. Aunque cuando le preguntaba por las "víctimas inocentes" me explicó que no existen "inocentes". Pero que reconozca los crímenes no significa que acepte el tribunal que lo juzga. llich define su captura en Sudán como un secuestro, y, por tanto, niega la legalidad de los juicios en Francia. Es una estrategia de la defensa que lidera su última esposa. Pero es paradójico que se ampare en una ley que no comparte para armar su defensa.
En Venezuela hay grupos que hasta ahora reivindican la figura del Chacal. ¿Por qué? ¿Qué significa él para ellos?
Salvando las distancias, lo consideran una especie de Che Guevara. Un "luchador internacionalista" que, como hizo el Che con Cuba, se comprometió con la causa de otro país: Palestina. Hugo Chávez también lo apoyaba abiertamente, pero hay que entender la historia de las guerrillas y la lucha armada en América Latina para comprender esa actitud. Sin embargo, según los compañeros que combatieron con Ilich en los años de plomo, al final era un mercenario que ponía su pistola al servicio del mejor postor.
¿Por qué rompió el vínculo con Carlos? ¿No le han dado ganas de retomar esa relación?
Lo rompí porque tras seis años concluí mi investigación. Ya sé todo lo que quería saber sobre el terrorismo. Cuando publiqué "El Palestino" le envié un ejemplar dedicado a La Santé como despedida. Sé que se enfadó al descubrir que su hombre de confianza en Europa era un periodista infiltrado, y en Venezuela sus seguidores me han condenado formalmente a muerte. No tendría sentido retomar esa relación, aunque entiendo que periodísticamente es un filón.
¿Qué es para usted Carlos el Chacal? ¿Un vehículo para conseguir un fin, un tipo digno de análisis o un asesino terrible?
Todo eso y más. Ilich se codeaba directamente con jefes de Estado. Fue protagonista de la historia del siglo XX y es un asesino sin piedad condenado por más de 80 muertes directas. Pero para mí era un medio. Convertirme en su webmaster y representante en Europa hacía que cuando un terrorista de cualquier lugar del mundo escribía a Ilich, en realidad me escribía a mí. Cuando querían que Ilich entrase por teléfono en una reunión tenían que llevarme a mí, porque Ilich llamaba a mi teléfono, etcétera. Eso me permitió conocer personalmente a miembros de todas las organizaciones terroristas del mundo, y periodísticamente, como imaginarás, eso no tiene precio.