Ahora les toca a los cubanos elegir su futuro
22 de marzo de 2016La invasión anunciada por Fidel Castro durante 47 años y por su hermano Raúl desde el 2006 hasta el presente arribó a La Habana. Llegaron los yanquis, dicen muchos cubanos, pero llegaron sin armas, con muchos dólares, con deseos de invertir en la isla y, en vez de un ogro con dientes ensangrentados y garras afiladas, el eterno enemigo llegó con la sonrisa mediática del presidente Obama.
En su primer discurso, ante los funcionarios diplomáticos americanos acreditados en la isla, Obama repitió que se trata de una visita histórica, simbólica. Pero su histrionismo característico, esa amabilidad con la que ha saludado a los cubanos que encontró en su breve gira por La Habana Vieja y por Centro Habana, y la seguridad con la que expuso sus ideas en su discurso a los cubanos, demuestran su convencimiento de que su estrategia ha triunfado, aunque el gobierno cubano a su vez se proclame triunfador: "Washington ha hecho todo lo que exigimos", dice la prensa oficialista, que insisten en que vivimos la victoria de David (el castrismo) contra Goliath (las administraciones norteamericanas durante 57 años).
No parecen entender que la conjunción de la estrategia de política blanda de la Unión Europea, Estados Unidos y otras naciones hacia el régimen cubano ha configurado un reto en terreno desconocido para el castrismo: como lo pidió el papa Juan Pablo II en 1998, es indiscutible que el mundo entero se ha abierto a Cuba, con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza. Y hasta el momento el gobierno de Raúl Castro, como él mismo anunció en su discurso de este 21, no se ha abierto ni un milímetro al mundo y mucho menos al pueblo cubano.
La estructura de poder en Cuba sigue intacta; ante el nuevo escenario financiero y económico, la nomenclatura neocastrista ha ocupado los más importantes puestos de poder preparándose para el futuro; ha aumentado la represión contra los opositores, como demuestran las detenciones y golpizas recibidas por cientos de cubanos en La Habana y otras provincias el mismo día de la llegada de Obama; y ni siquiera existen perspectivas reales de que las aperturas económicas norteamericana y europea alcancen la profundidad requerida para promover un verdadero desarrollo económico que vaya más allá de los negocios ya monopolizados por la élite que gobierna, pues las libertades económicas en Cuba siguen tan bloqueadas por el gobierno que la isla ocupa el lugar 177, según Heritage Foundation, sólo superada por Corea del Norte.
Pero, además de lo simbólico, esta visita da el tiro de gracia a fenómenos de la conciencia social cubana, produciendo cambios apenas visibles pero que no pueden perderse de vista. Primero, Obama llevó a Cuba el ataúd con el cadáver de Estados Unidos en su carácter de "Enemigo Eterno" y ahora corresponde al pueblo cubano enterrar ese cadáver y no permitir que la dictadura lo vuelva a resucitar. Segundo, su reunión con "emprendedores" cubanos y norteamericanos, en aras de impulsar el naciente sector económico no estatal, podría profundizar otro cambio: durante cinco décadas los cubanos fingieron trabajar y el Estado fingió pagarles, pues los salarios estatales apenas alcanzan para sobrevivir, pero hoy cada vez más cubanos descubren que es posible vivir sin la tutela económica e ideológica del gobierno. Y, tercero, con este viaje, Obama da el pistoletazo de salida para el forcejeo futuro entre los políticos y el empresariado norteamericano interesado en que Europa, China y Rusia no les arrebaten el pastel cubano y, aún menos, las posibilidades de expansión e influencia en el resto del continente a partir de esa perfecta plataforma de lanzamiento geopolítico y geoeconómico que es Cuba. Así, si la nueva administración quiere modificar o cambiar el rumbo de la política de Washington hacia Cuba, estaría entrando en el terreno de los disparates estratégicos.
Es curioso también que estudiosos del tema racial en Estados Unidos y Cuba, y las encuestas periodísticas durante esta visita, señalen la importancia del impacto social que en la población negra cubana tiene el hecho de que el presidente del país enemigo sea un negro como ellos, tenga más carisma que cualquiera de los actuales líderes cubanos y que, además, en menos de un año haya logrado promover más cambios, beneficios y esperanza para el pueblo que lo logrado por Fidel y Raúl desde que llegaron al poder en 1959.
La oposición cubana, aunque dividida en torno a la estrategia de Obama, espera que el encuentro de éste con miembros de la sociedad civil opositora legitime sus luchas pro-democracia y estimule a otros interlocutores internacionales al diálogo y reconocimiento de la pluralidad de actores políticos y cívicos en el interior de Cuba. Pero de sobra es conocido que todos los actores mundiales con poder de decisión han acordado que en el escenario cubano de los próximos años se represente una obra en la que sociedad civil, oposición y derechos humanos aparecerán en segundo plano y como figurantes sin mucha importancia.
Como ha dicho Obama en su discurso, la construcción de un estado social y democrático de derecho; el disfrute de las libertades económicas, civiles y políticas por todos los cubanos y cubanas, incluidos los que residen permanentemente en el exterior; las elecciones libres y plurales; el cese de la represión; el acceso libre a internet y el intercambio de ideas, y la reforma de las libertades económicas a favor del empresariado no estatal cubano seguirán siendo lecciones pendientes del castrismo y retos para el pueblo cubano.