“Encontrar a la familia biológica es un derecho”
31 de marzo de 2021Los recuerdos de sus primeros años están llenos de lagunas, aunque conserva en la memoria paisajes y momentos positivos. Cristina Cárcamo Rosas nació en 1979 en Osorno, en el sur de Chile, y a los cinco años y medio fue adoptada en Alemania, donde recibió un nuevo apellido.
Su madre biológica murió cuando ella tenía seis meses y de ahí en adelante estuvo a cargo de su abuela, su padre, unos tíos, un hogar de misioneros alemanes y una familia de acogida que la preparó para su nueva vida. No comprende bien cómo una jueza la declaró abandonada y determinó que fuera adoptada en el extranjero. "Mis padres adoptivos viajaron a Chile para llevarme a Alemania. Al principio fue difícil, pero aprendí el idioma muy rápido y con seis años entré a la escuela, donde los profesores me ayudaron y me fue muy bien”, relata a DW.
Hoy está reconstruyendo esa historia que siempre quiso conocer, especialmente desde la adolescencia, cuando su madre adoptiva la animó a reencontrarse con sus orígenes, después de años en que el tema había sido tabú. Viajó a Chile con sus padres, recorrieron el país como turistas y se encontraron con un sacerdote alemán que había conocido de niña.
Comenzó la búsqueda de sus raíces por internet y en 2011 el Servicio Nacional de Menores de Chile (Sename) le envió información sobre familiares. "Yo siempre buscaba a personas con mis apellidos, pero hay muchos Cárcamo y Rosas. No sabía cómo se llamaba mi mamá y pensaba que había muerto en mi nacimiento”, cuenta. En su familia de origen, ella seguía presente como "la nieta perdida”, cuenta Cristina: "Mi abuelita y mis familiares me buscaron por largo tiempo, pusieron avisos en la radio, salieron en la televisión”.
A través de Facebook, finalmente logró contactar a familiares directos y completar su historia. Con su marido y su hija de dos años, partieron en 2014 a Chile: "Fue una experiencia increíble, no puedo describirlo”. Su padre había fallecido, pero se encontró con una familia numerosa y llena de cariño. "Mi abuelita y mi tía se disculparon mucho. Yo veo que todo fue todo un gran malentendido, las cosas ocurrieron de manera desafortunada”.
Hoy siguen en contacto y espera viajar nuevamente a Chile. Encontrar a su familia la ha ayudado a afirmar su autoconfianza y a entender mejor su vida, enfrentar desafíos como sus estudios de asistente médica y la relación con otros. Por trabajo de su marido han vivido en Suiza y ahora residen en los Países Bajos. Desde allí colabora con la plataforma Chilean Adoptees Worldwide (CAW) , ayudando a germanoparlantes a encontrar sus orígenes: "Muchos buscan, pero no encuentran. Lamentablemente es así. Hay tantos casos no aclarados y niños robados, que necesitan apoyo”.
CAW: Plataforma de búsqueda internacional
Angélica Martínez (45) y Alejandro Quezada (41), dos chilenos adoptados en el exterior, crearon la plataforma CAW en 2018 para facilitar la búsqueda y entregar información en inglés a otros que, como ellos, buscan sus orígenes. Para ello mantienen contacto con instituciones chilenas y con la Fundación Nos Buscamos.
Angélica fue adoptada cuando tenía ocho años. Estaba internada en un hogar de menores, lejos de donde vivía su madre. Erróneamente fue declarada abandonada y dada en adopción a una pareja sueca. A los 13 viajó por primera vez a Chile con su madre adoptiva y se encontró con su familia biológica, con la cual sigue en contacto.
Alejandro nació en el campo, en Paillaco. Cuenta que, después del parto, su madre debió ir al hospital y una monja neerlandesa le dijo que él había muerto. Tenía seis meses cuando sus padres neerlandeses lo fueron a buscar y a los cuatro años supo que era adoptado. A los 17 viajó con sus padres por primera vez a Chile, pero mucho tiempo después, y tras sucesivos viajes, supo la verdad de su historia y se reencontró con su mamá.
Los casos de Cristina, Angélica y Alejandro ilustran las irregularidades y engaños que rodean numerosos casos de adopción de chilenos en el exterior. CAW calcula que unos 25 mil niños habrían salido del país en forma irregular, a partir de la década de 1960. En ocasiones, comprueban que el adoptado tiene aún la ciudadanía y un número de identidad en el registro civil chileno. "Cuando descubren que todavía son ciudadanos chilenos es impactante, se les abre un mundo. Incluso pueden votar”, dice Angélica Martínez.
¿Cómo fue posible que ocurrieran estos casos durante tanto tiempo? Alejandro Quezada cree que "se debió al miedo que personas de campo, vulnerables o sin estudios, tenían al estado. No sabían leer ni escribir, eran indígenas, menores de edad o solteras y no podían defenderse”. Por otra parte, familias de países desarrollados que querían tener hijos encontraron la oportunidad, que se mostraba como un favor hacia a esos niños, afirma.
Los representantes de CAW critican el nulo progreso de la justicia chilena y el poco interés y apoyo de ese país por esclarecer los casos. "En Holanda, en cambio, fuimos parte de una comisión investigadora del gobierno sobre adopciones y estamos haciendo lo mismo en Dinamarca”, cuenta Alejandro.
La búsqueda no siempre es fácil, observa: "Recibimos muchos casos de Alemania, que son imposibles de resolver. Había jueces alemanes con conocidos y familiares en Chile que sabían cómo sacar niños. Les pusieron nombres alemanes antes de salir y hoy sólo saben que son adoptados, pero no tienen información sobre sus padres biológicos”.
La experiencia de buscar a la familia biológica a menudo es feliz y dolorosa a la vez, dicen Angélica y Alejandro, pero es insustituible: "Puede ser un camino muy largo, que nunca lleguemos a conectarnos. Cuando lo logras viene el desafío del idioma, la cultura y los viajes. Es un derecho humano de cada persona conocer su identidad y su familia. Saber de dónde uno viene ayuda a saber a dónde va”. (dz)