Adicción al Internet
3 de junio de 2012En algún momento, Klaus desapareció; se fundió con el Internet. La primera vez que entró en la web fue al final de la década de los noventa. Se creó su dirección de correo electrónico y comenzó a usar la red de manera normal, no diariamente. Pero,“el dardo mortal me lo dieron los juegos virtuales, como World of Warcraft y Final Fantassy. Jugando se me olvidaba completamente el tiempo”, cuenta Klaus.
Comenzó a alejarse de amigos y conocidos. Comer y dormir dejaron de tener importancia; noches enteras las pasaba jugando en la red. Los ritmos del día y la noche se alteraron; el primer pensamiento al abrir los ojos era su computadora.
Despedirse de la realidad
El actual informe de la Oficina Federal de Estupefacientes revela que Klaus no es un caso aislado. La dependencia de Internet se ha vuelto un problema social. El número exacto de afectados no se sabe, pero los especialistas calculan que se puede considerar adictas ya a unas 560.000 personas entre los 14 y los 64 años. Para otros 2,5 millones su uso del Internet puede ser calificado de problemático.
Michael Bender, jefe de la Clínica Rhein-Jura para Psiquiatría, Psicosomática y Psicoterapia, explica que las personas afectadas manifiestan los mismos síntomas que los dependientes de otras drogas. No pueden vivir sin estar conectados a la red. “Muchos se dan cuenta que están dejando de lado las actividades sociales, pero no pueden dar marcha atrás. Ya no tienen control sobre su consumo”, afirma Bender.
No obstante, un alto consumo de Internet no significa necesariamente que exista dependencia, anota Christoph Möller, jefe de la Sección para Psiquiatría Juvenil e Infantil del Hospital Infantil de Hanóver. “Se vuelve crítico cuando comienza a hacer daño, cuando el niño no quiere ir a la escuela, cuando va dejando de lado sus contactos sociales”, añade.
La base, angustia y depresión
También de manera similar a la adicción a las drogas, la dependencia al Internet se basa en enfermedades psíquicas como la depresión y los estados de ansiedad. Los afectados buscan en la red una satisfacción que no encuentran en el plano de la realidad.
“Es característico que los seres depresivos se escondan tras el Internet y que a partir de allí se desarrolle la dependencia”, dice Wolfgang Dau, psicólogo de la Sección para Dependencia y Psicoterapia de la Clínica LVR de Bonn. A menudo, a un alto grado de estrés y mal humor sigue un mayor uso de la red.
La mayoría de los adictos a Internet tiene entre 14 y 24 años; en este grupo se calcula que hay unos 250.000 afectados, casi la mitad del volumen total. Con todo, el fenómeno no conoce límites de edad. Según Dau, mientras que los más jóvenes se interesan sobre todo por los juegos, los mayores se pierden en todas las otras ofertas de la red global.
Hombres y jóvenes
Son los más jóvenes y los hombres los que más padecen de esta dependencia; pero esto no es privativo de la adicción al Internet. “Exceptuando los trastornos alimentarios, las adicciones afectan más a hombres que a mujeres”, explica Berner. La explicación se encuentra en la genética. Sin embargo, Dau señala que en las mujeres se detecta un uso más intenso de las redes sociales.
Efectivamente, según Möller, que dirige la primera estación alemana que se ha especializado en tratar este tipo de dependencia, informa de casos de madres que descuidan gravemente a sus hijos porque su tiempo se emplea en “pasear por la web”.
Aprender nuevamente
Esta adicción no cuenta hasta ahora, desde el punto de vista médico, como una enfermedad independiente. “Estamos haciendo un trabajo de pioneros”, puntualiza Möller. Apenas en marzo de 2008, la Clínica para Medicina Psicosomática de la Universidad de Maguncia inauguró una sección ambulante para la ludopatía. Entretanto, en otras ciudades se han abierto institutos semejantes.
En primer lugar, todos los pacientes tienen que aprender a usar de otra manera el Internet. Después, se trata de que vuelvan a percibir su propio cuerpo y de que dediquen tiempo a otras actividades de tiempo libre. Durante la terapia, a través de prácticas laborales –de duración limitada-, el paciente es reincorporado paulatinamente al mundo laboral.
Aquí, el margen en el que los pacientes se mueven es estrecho: “En pleno siglo XXI no se puede prescindir ni profesional ni personalmente del Internet”, añade Möller. No obstante, aconseja a los padres quitar de las habitaciones las pantallas, pues los menores requieren de otras experiencias sensoriales para su desarrollo. Al respecto subraya que muchos adultos no dan el mejor de los ejemplos: “No existe ya una representación de ópera en donde no suene un teléfono móvil”, concluye.
Autor: Arne Lichtenberg/mb
Editor: Pablo Kummetz