Adiós Irak, ¿y ahora qué?
20 de agosto de 2010“Durante mi primera noche en Irak ametrallé a una familia y después a un tipo en un BMW que quería derribarnos”. Así recuerda el ex soldado estadounidense, Michael Drummond, el inicio de su misión en la guerra de Irak en 2003; él cuenta su historia en una página web que se dedica a recopilar las experiencias de los militares en el frente y que bien podría crecer hasta tener versiones para cada uno de los países que intervinieron con sus tropas en la malhadada Operación Libertad Iraquí o en la guerra de Afganistán.
Y es que, como es sabido –a más tardar desde la Primera Guerra Mundial–, los enfrentamientos armados no dejan solamente cuerpos mutilados y heridas visibles, sino también serias afecciones psíquicas generadas por las vivencias extremas de los soldados. Poco se habla de los traumas de la población iraquí o de cómo la sociedad afgana hará para superar los suyos; pero, al menos para los Gobiernos que enviaron batallones a Irak y a Afganistán, ha llegado la hora de preocuparse por el estado mental de los militares que regresarán a casa. Y Alemania no es una excepción.
TEPT: trastornos por estrés postraumático.
Lo más probable es que los problemas que aquejan al soldado Michael Drummond desde que abandonó Irak sean muy similares a los que afligen a los combatientes de otras naciones. “Yo sufría de insomnio y terminé desarrollando una suerte de ‘complejo de Superman’; yo me percibía todopoderoso y me ofrecía para cumplir cualquier misión peligrosa”, cuenta Drummond, quien, tras regresar a Estados Unidos, se percató de que necesitaba ayuda especializada. Un médico le diagnosticó TEPT: trastornos por estrés postraumático.
Puede que a muchos el término les suene familiar; el mismo fue usado en la letra de una canción muy popular en los años ochenta –19, de Paul Hardcastle–, alusiva a la huella indeleble que la guerra de Vietnam dejó en las mentes de los soldados que allí combatieron y cuya edad promedio era 19. Varias investigaciones revelan que cada quinto soldado que retorna de Irak sufre de trastornos por estrés postraumático, una afección caracterizada por estados de pánico, renuencia a hablar de las experiencias vividas y una tendencia a apaciguar el dolor mediante el consumo excesivo de alcohol y potentes drogas.
La alarma suena en varios países
La reinserción de los soldados en la vida civil les resulta muy difícil a muchos de los que regresan del frente de batalla y ni sus familiares ni sus amigos están preparados para apoyarlos en ese proceso. “Nadie me dijo que él regresaría a casa siendo una persona completamente distinta, que él estaría rabioso con tanta frecuencia; nadie me lo dijo”, comentaba sollozante Tracy Eiswert en un programa del Public Broadcasting Service (PBS), la cadena estadounidense de televisión pública.
Al contrario de Drummond, el esposo de Eiswert no contó con el respaldo de un médico comprensivo. Casos como éste han hecho sonar la alarma en varios países. En Estados Unidos, por ejemplo, hay cada vez más organizaciones privadas dedicadas a atender a los veteranos de guerra y el Gobierno de Barack Obama acaba de reformar ciertos lineamientos para que las enfermedades asociadas al TEPT sean reconocidas de manera más expedita; en otras palabras, para recibir atención especializada los soldados estadounidenses ya no tendrán que seguir demostrando que vivieron una experiencia traumática concreta en el campo de batalla ni ofrecer los nombres de testigos presenciales como evidencia.
“Uno puede superar estos traumas”
“Uno no tiene que haber intervenido directamente en un combate para terminar traumatizado por la guerra”, dijo Obama recientemente. Hasta ahora se han registrado cerca de 400.000 casos de TEPT en Estados Unidos. Los afectados reciben mensualmente hasta 2.700 dólares del Estado y asistencia sanitaria gratuita. Las asociaciones de veteranos de guerra aplaudieron estos cambios como un ejemplo de pensamiento progresista, pero insisten en que queda mucho por hacer para asegurarse de que los soldados que regresan encuentren su camino de vuelta a la vida civil. La historia del ex soldado Michael Drummond parece haber tenido un final feliz; su mensaje para quienes, como él, están por abandonar Irak reza: “Hay ayuda disponible, no se rindan. Uno puede superar estos traumas”.
Autora: Sabine Müller / ERC
Editor: José Ospina Valencia