ADAC: el automóvil club alemán bajo sospecha
16 de enero de 2014Con sede central en Múnich y casi 19 millones de miembros, el Allgemeine Deutsche Automobilclub (ADAC) está considerado como el segundo más importante del mundo, únicamente superado por su versión estadounidense. Una asociación que ofrece consejos al consumidor y servicios de todo tipo relacionados con la movilidad, pero que también influye en la agenda política de Alemania y, a través de sus filiales, participa también en otros sectores como turismo y seguros.
Con un poder tan grande, curiosamente esta asociación pocas veces ha sido objeto de crítica. Por lo menos hasta ahora. Con motivo de la entrega del premio “Ángel Amarillo” al mejor auto del año, el diario Sueddeutsche Zeitung acusa al ADAC de supuesta manipulación de votos: 3.400 habrían votado por el ganador en vez de los 34.000 anunciados por la asociación. “Aparentemente, la cifra real era muy pequeña para el gran ADAC”, supone el periódico.
El club niega las acusaciones categóricamente. Para el ADAC, este premio -que fue otorgado en esta ocasión al VW Golf- es muy significativo, pero para Ferdinand Dudenhöffer, profesor de economía aplicada a la automoción de la universidad de Duisburgo, “es una clara política de lobby”. Con tantos socios, la asociación es la voz más importante de los automovilistas en Alemania. Y a la vez, el mayor lobista.
¿Lobby en interés propio?
Durante el anuncio de la entrega del premio, Karl Obermair, presidente de la organización, habló de “imputaciones e incorrecciones”. Aunque finalmente no se dieron números detallados de participación, Obermair aseguró que el premio es una “representación muy fiel de la opinión de nuestros socios”. Pero para Dudenhöffer, “ocultar los números es poco habitual y podría indicar que las investigaciones tiene algo de verdad”. Un reportaje negativo podría dañar la imagen del ADAC quitándole credibilidad, con las correspondientes consecuencias.
Dichas consecuencias tendrían también influencia en la política de transporte. Para Christian Garrels, portavoz de prensa del club, “el ADAC es el portavoz de sus miembros y representa sus intereses”. Para eso cuenta con el magacín Motorwelt que, con 16 millones de suscriptores, es la revista de mayor tirada del país, superando a grandes como Spiegel o Stern. Según Dudenhöffer, la asociación usa precisamente esa gran cantidad de miembros para hacer lobby en interés propio. “18,9 de los 19 millones de socios están inscritos sólo para tener la asistencia en carretera que cubre la membresía”, cree el experto.
De asociación a gran empresa
Según una encuesta del instituto de investigación política Dimap, a menudo los miembros tienen una opinión distinta a la dirección de la asociación. Por ejemplo, a la hora de defender el 0,0 como índice máximo de alcohol al volante. Mientras el 78% de los miembros están a favor, el ADAC rechaza ese límite.
Pero… ¿qué influencia tiene la gran asociación? Los orígenes de ADAC se remontan a hace 110 años en Stuttgart, donde fue fundado el Club Alemán de Motociclistas. En 1911 pasó a llamarse ADAC. “En las pasadas décadas entramos en otros sectores relacionados con la movilidad”, aclara Garrels. Hoy, el ADAC está formado por la asociación matriz y otras 40 filiales que son sociedades de capital, con un volumen de negocio el año pasado de alrededor de 1.000 millones de euros. “Mientras la asociación se dedica a sus socios, las sociedades de capital están orientadas al éxito económico”, aclara Garrels.
Sin embargo, esta división podría derivar en conflictos de intereses. Por ejemplo, cuando ADAC ofrece paquetes de asistencia en carretera a empresas automovilísticas. Una práctica absurda, cree el profesor Dudenhöffer, ya que ofrece asistencia a las marcas y al mismo tiempo evalúa sus vehículos. Otro ejemplo son los descuentos que la asociación ofrece en grandes grupos de gasolineras. La asociación pierde así confianza y esa confianza es necesaria si quiere hacer lobby con 19 millones de miembros a sus espaldas, afirma Dudenhöffer, convencido de que ADAC intentará no defraudarlos. Al final, “la confianza es su mayor capital”.