¿Activistas ambientales con discapacidad? ¡Claro que sí!
7 de septiembre de 2021A principios de la década de 2000, Cécile Lecomte llegó a Bayreuth, Alemania, para pasar un semestre en el extranjero. Fue allí donde la francesa conoció de cerca el tema de los transportes nucleares en el país y se unió al movimiento antinuclear. Desde entonces, la protección medioambiental es un tema vital para ella. Cuando Lecomte entró en contacto con activistas de escalada de la organización medioambiental Robin Wood, la campeona francesa de escalada deportiva decidió combinar sus dos pasiones.
Sin embargo, han cambiado muchas cosas en su vida en los últimos tres años: Cécile Lecomte padece artritis reumatoide, una inflamación crónica de las articulaciones. Esta enfermedad es muy dolorosa, sufre ataques y la enfermedad amenaza con destruir sus articulaciones para siempre.
"Esto significa que, por eso, veo el mundo de manera un poco diferente", dice la activista. Desde entonces ha tenido que organizar su vida concienzudamente. "La planificación es difícil porque a veces tengo una fase en la que estoy bien y, a veces, una fase en la que no puedo hacer nada y necesito ayuda para todo", afirma.
Protesta ambiental: ¿más difícil con una discapacidad?
La enfermedad también cambió su compromiso como activista ambiental, y algunos temas se volvieron de repente importantes: ¿cómo llego a un lugar? ¿Hay escaleras?
La francesa logró con su discapacidad seguir participando en campañas de protección ambiental, entre otras cosas, porque con anterioridad ya había construido una red de gente antes de enfermarse.
Su entorno de activismo ambiental está abierto al tema de la inclusión, dice esta mujer de 39 años. En otros grupos, sin embargo, ya no está activa, porque "no había conciencia de mis preocupaciones, ni había mucha predisposición para reflexionar dónde están los problemas".
Por otro lado, los muchos años de experiencia practicando escalada, la ayudaron a continuar con su gran pasión, incluso cuando muchas personas, a primera vista, no confiaban en ella debido a su enfermedad, como ella misma reconoce: "Me gusta mucho el desafío de la escalada y ver qué puedo hacer todavía. Es increíble lo mucho que la gente puede adaptarse y la frecuencia con la que la sociedad no ve este potencial y dice: estás discapacitada, no puedes hacer nada".
Cécile Lecomte no puede sobrecargar sus articulaciones, pero puede moverlas, siempre y cuando no tenga mucho dolor. Adaptó su técnica de escalada a su nueva situación. Ahora escala con la ayuda de un sistema de poleas y, por lo tanto, requiere muy poca fuerza propia. Ella transmite sus trucos a otros activistas ambientales con discapacidades.
Discriminación también en el activismo ambiental
La retirada de Lecomte de algunos grupos ambientalistas al igual que el hecho de que algunas personas tuvieran menos confianza en ella debido a su enfermedad se conoce como discriminación por discapacidad. En inglés se llama "ableism”, y describe la discriminación hacia personas discapacitadas. Es decir, que hay una manera de pensar en la que ciertas habilidades, como saber caminar, son vistas como esenciales para ser activista en manifestaciones, por ejemplo.
Entre tanto, cada vez más organizaciones medioambientales y asociaciones reconocen el problema. Hace dos años, se fundó un grupo de trabajo de inclusión del movimiento anti-carbón "Ende Gelände” para hacer más accesibles todas las reuniones a los activistas discapacitados.
La geógrafa Sasha Kosanic, con discapacidad física, está investigando las consecuencias del cambio climático en las personas con discapacidad. Actualmente está trabajando en una publicación con su equipo de investigación. También quiere llegar a los activistas ambientales con discapacidades para que puedan defender mejor sus intereses en el movimiento ambiental.
"Mi labor no es solo llenar un vacío en la investigación científica, sino también informar a políticos y activistas sobre cuál es el siguiente paso que hay que dar para comprender mejor los efectos del cambio climático en las personas con discapacidades", dice.
Los desastres naturales y otras condiciones metereológicas extremas, agravadas por el cambio climático, son particularmente peligrosos para ancianos y personas con discapacidades. Muchos necesitan ayuda para ser evacuados y lleva más tiempo llevarlos a un sitio donde estén seguros. Por ejemplo, no todas las personas mayores tienen teléfonos móviles y, por tanto, no tienen acceso a sistemas de alerta digital. Las personas con discapacidad intelectual, por otro lado, no siempre pueden interpretar correctamente las advertencias.
En las inunidaciones en julio de este año en el oeste de Alemania, doce personas murieron en una instalación para discapacitados en Sinzig, cerca de Ahrweiler, porque no fueron evacuadas a tiempo. Y esto no es un caso aislado, como informa la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW). En julio de 2020, según HRW, 14 personas murieron por una inundación en un hogar de ancianos en Kuma, Japón, porque no fueron evacuadas.
"Debilidades como fortalezas”
Leon Müller (nombre cambiado por el equipo editorial) tiene poco más de 30 años y vive en Renania del Norte-Westfalia. Müller participó en las campañas de bloqueo de "Ende Gelände". Dado que atrae la atención como activista ambiental por su silla de ruedas eléctrica y su aparato respirador, prefiere permanecer en el anonimato. Por la misma razón, siempre mantiene a sus asistentes personales en segundo plano durante las acciones.
Müller constata una y otra vez en manifestaciones y bloqueos que la Policía no está lo suficientemente capacitada para tratar con activistas con discapacidad. Él expone el ejemplo de una activista ambiental con una discapacidad, que también afecta a los gestos y expresiones faciales. "He notado varias veces que la Policía reacciona con mucha inseguridad y prefiere hablar con otra persona que no sea ella", asegura.
Los agentes a menudo envían personal sanitario en lugar de ocuparse ellos mismos de los activistas discapacitados y esto no siempre ha dado buenos resultados: "Una vez, los paramédicos estuvieron a punto de sacarme de la silla de ruedas a pesar de tener un respirador", dice el activista ambiental. Eso podría ser peligroso, porque el aparato podría dañarse.
Su silla de ruedas, que es muy pesada, también tiene ventajas a la hora de bloquear acciones, dice Müller. "La policía no carga una silla de ruedas eléctrica. Yo me aseguro de poder usar mis supuestas debilidades como fortalezas".
Teatro en lugar de ocupar el bosque
Samuel Flach, de 29 años, de Múnich, también usa una silla de ruedas. Flach es parapléjico y ha estado involucrado en el activismo ambiental durante mucho tiempo. Junto con amigos, Flach condujo hasta el bosque de Dannenröder: "Lo estuve pensando: no puedo trepar los árboles. ¿Qué puedo hacer?". Esto dio lugar a la idea de retomar la ocupación del bosque y el intento de salvarlo con una obra de teatro.
Junto con amigos, Flach fundó un grupo teatral a favor de la justicia climática. El joven, de 29 años, es el único con discapacidad. El grupo de teatro es parte de la red teatral europea Resilient Revolt. El 6 de agosto se estrenó la obra "High Up in the Trees" en un festival en Eslovenia. Fue el tercer festival para el joven de 29 años, y está notando cambios positivos. Por ejemplo, cada vez se utilizan más rampas en los recintos de los festivales.
El activista ambiental aclaró sus necesidades con los organizadores del festival de antemano. Durmió en un automóvil que habilitó él mismo y ahí guardó todo lo que necesitaba en la vida cotidiana. Flach y su grupo se encargan de organizarse ellos mismo si él necesita ayuda durante el evento. "Hablo de lo que necesito y encontramos una solución en grupo", afirma.
Esta fue la primera gran actuación en un festival para Flach y su compañía de teatro. El joven de 29 años no estaba nervioso: "Conozco a mucha gente allí y ellos me conocen. Por eso, mi silla de ruedas ya no es el centro de atención".
(rm/ms)