“A un obispo no hay quien lo pare”
15 de octubre de 2013DW: Señor Schüller, al parecer, ya desde el principio de su obispado, Tebartz van Elst llamó la atención por su estilo de liderazgo autoritario y su tendencia a desperdiciar el dinero. ¿Por qué desde un principio nadie le puso un alto?
Thomas Schüller: Tiene que ver con el derecho católico. Una vez que se haya instalado a alguien como obispo, casi nada, excepto el Papa, lo podrá detener. Lamentablemente es así.
¿Realmente es así de fácil: una vez obispo uno puede hacer lo que quiera?
A un obispo no hay quien lo pare. Durante 16 años fui asesor técnico de Franz Kamphausen, el antiguo obispo de Limburgo. En aquel entonces, muchos periodistas pensaban que el presidente de la conferencia episcopal o el cardenal de Colonia podían parar al obispo en caso de que no se comportara adecuadamente. Pero no es así. Una vez que un obispo diocesano haya sido instalado tiene plenos poderes. Solo en el ámbito del derecho patrimonial se tiene que atener a ciertas directrices y gremios. También en lo que toca a cuestiones episcopales, debe crear organismos que lo aconsejen. Pero con excepción del derecho patrimonial, ahí tiene toda la libertad para actuar. Y esto es lo especial del obispado de Limburgo, allí se transgredió el derecho canónico a gran escala.
¿Esto quiere decir que también personas con una personalidad extremadamente “inusual” pueden actuar de forma arbitraria sin que nadie los pare una vez que hayan sido nombradas obispos?
En teoría sí. Hubo casos muy dramáticos de obispos que fueron instalados por el Papa Juan Pablo II y que resultaron ser psicópatas. Por ejemplo, el obispo Krenn, en St. Pölten, o el arzobispo Groer, en Viena. Krenn predicaba una moral ortodoxa y al mismo tiempo mantenía dudosas relaciones con sus seminaristas. El obispo Mixa, en Eichstätt, fue un verdadero alcohólico y todos en la conferencia episcopal lo sabían, pero nadie hizo nada.
Usted describe casos que se dieron a conocer muy tarde. ¿Cuál es el caso de Tebartz van Elst?
Estuve en Limburgo hasta el año 2009, pero ya lo conocía de otros lados y siempre tuve la impresión de que se trataba de una persona íntegra y sana. En 2007, acepté un puesto de profesor, en Münster. Allí personas de la curia de alto rango me contaron historias relacionadas con Tebartz de edificios suntuosos y de lujo, y ahora vemos que estas historias se repiten en Limburgo. Su casa en Münster, por ejemplo, se llamaba joya de la coronación. Pero nadie se enteró de eso antes.
Por eso, a la hora de elegir a los obispos debería ser importante centrarse en valores como la empatía, la capacidad para dialogar y de integración. ¿Se exigen cualidades humanas o solo una fe ortodoxa? En el caso de Tebartz van Elst se multiplican los indicios de que algunas personas ocultaron informaciones que hubieran sido importantes.
¿Es decir que había obispos que sabían lo que estaba pasando y que existe una cultura de la vista gorda?
Desde luego. Ya en sus tiempos de obispo regional, en Steinfurt-Borken, Tebartz van Elst mostró su verdadero carácter. Un autobús se accidentó, cobrando la vida de muchos creyentes. Sin embargo, Tebartz en el funeral central no fue a acompañar a los parientes, sino que atendió a los prominentes políticos que habían llegado. En aquel entonces, el diario Bild informó sobre el caso. Tebart tiende a relacionarse con la gente famosa y rica, como los banqueros.
¿Cuál es el delito principal de Tebartz van Elst aparte de sus falsas afirmaciones frente al semanario Der Spiegel?
Esto lo determinará la comisión independiente de investigación. Pero el vicario general y el obispo le ocultaron informaciones al consejo administrativo de la sede episcopal y pasaron por alto al cabildo catedralicio. Yo me pregunto: ¿Cómo es posible que en tan poco tiempo una persona tan autocrática y autoritaria haya podido arrebatarle la competencia de aprobación a estos hombres para actuar según su antojo? En el derecho canónico, esto ya es una negligencia que exige un proceso propio.
Thomas Schüller es teólogo católico, profesor de derecho canónico en la Universidad de Münster y exasesor técnico del antiguo obispo de Limburgo, Franz Kamphaus.
Autor: Günther Birkenstock/ VC
Editor: Pablo Kummetz