¿Qué son los bancos fantasma?
16 de marzo de 2012En su forma más elemental, un banco funciona con base en un modelo de negocios muy sencillo: él le paga intereses relativamente bajos a los clientes que le confían su dinero y le cobra intereses más altos a los que le piden dinero prestado. La diferencia entre estos dos intereses constituye la ganancia del banco y los banqueros han vivido muy bien de estas transacciones durante siglos. Pero, con el paso del tiempo, las entidades bancarias fueron diversificándose y expandiendo sus paletas de servicios.
La administración de patrimonios, el comercio de títulos de valor y la asesoría de fusiones empresariales son sólo algunas de las áreas en donde los bancos comenzaron a sobresalir como actores de peso. En Estados Unidos se distinguió claramente entre bancos de negocios y bancos de inversión hasta 1999; en Alemania, semejante clasificación no existía. Por mucho tiempo, las inversiones fueron percibidas por los banqueros como una actividad más excitante que las llevadas a cabo por los bancos de negocios.
La regulación del ámbito de las inversiones no era muy estricta y, aunque los riesgos eran más grandes, las ganancias también lo eran. Llegó un momento en que, envalentonados, los banqueros empezaron a hacer presión para que las autoridades supervisoras ablandaran aún más las regulaciones; los riesgos aumentaron y las ganancias también. En de la década de los setenta comenzaron a aparecer con mayor frecuencia productos financieros muy complejos, sofisticadas operaciones que propiciaron la gran crisis financiera de 2008.
De pronto fue posible comprar deudas ajenas, “reempacarlas” y revenderlas; separar el riesgo de impago o la oscilación de intereses de un crédito determinado para venderlos por separado; o hacer apuestas sobre el estado del tiempo en las temporadas venideras. Todo esto tiene el aspecto de un delirio matemático, pero, a los ojos de los banqueros, estas transacciones tenían sentido. Un sentido económico. La idea era perfeccionar los mercados financieros, explica Perry Mehrling, economista de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
Riesgosa sofisticación de la banca
“Estas operaciones permiten incidir sobre el precio de los riesgos para que desciendan. Y los precios de los créditos bajan también”, comentaba Mehrling en entrevista con la revista estadounidense The Atlantic. Todo parecía indicar que los nuevos productos financieros cumplían a plenitud una función fundamental del sector bancario: proveer al mundo de dinero. Repentinamente, cada solicitud de financiamiento contó con un producto financiero de su talla. Eso ayuda a explicar por qué las instancias supervisoras nunca condenaron este modelo de negocios.
A escala global, el sector financiero llevó a cabo oscuras actividades sin que nadie les pidiera cuentas, ni siquiera cuando estas actividades comenzaron a efectuarse en instituciones que no eran reconocidas oficialmente como bancos. Algunos las llaman “bancos fantasma”, pero estas entidades suelen definirse a sí mismas como hedgefonds, sociedades con fines especiales, vehículos de inversión estructurada o conduits. Y esos sólo son los apelativos más usuales.
En todo caso, las fronteras que separaban a los bancos de negocios de los bancos de inversión y de los bancos fantasma, se desdibujaron. Durante la crisis financiera, hasta instituciones chapadas a la antigua –como el IKB, un banco alemán para empresarios medianos– crearon sociedades con fines especiales para poder jugar en el gran casino en que se convirtió el sistema financiero global. El beneficio de esa estrategia: las transacciones riesgosas no aparecen en los balances periódicos del banco.
Pese a la variedad de los bancos fantasma y de sus actividades, todos ellos tienen algo en común: ninguno debe apegarse a las reglas vigentes para los bancos normales. “Los supervisores de bancos clásicos no pueden tener una visión de conjunto sobre lo que ocurre en el mercado de los bancos fantasma”, explicó a Deutsche Welle el profesor de la Frankfurt School of Finance Martin Faust. “Aquí faltan los instrumentos regulatorios para determinar el volumen de este mercado”, acota el especialista. No obstante, se han hecho estimaciones.
Nuevo auge de los bancos fantasma
La Junta de Estabilidad Financiera (FSB son sus siglas en inglés), una organización creada para supervisar el sistema financiero global, calculó que el volumen del sector de los bancos fantasma, a escala internacional, era de 60 billones de dólares en octubre de 2011. Eso equivale, aproximadamente, al producto social bruto mundial. Según el FSB, el conjunto de negocios de los bancos fantasma –que hoy es muy superior al que existía cuando empezó la crisis financiera– constituye un cuarto de los negocios financieros internacionales.
“Los bancos fantasma especulan y, al hacerlo, corren el riesgo de cometer errores”, señala Faust, al hablar sobre los peligros que estas actividades representan para el sistema financiero global. Y el hecho de que la mayoría de las transacciones de los bancos fantasma sean negocios de arbitraje –compra-venta de títulos de valor que suelen ofrecer márgenes de ganancia mínimos– no los hace menos aventurados: para poder obtener ganancias significativas con esas operaciones, estos bancos deben invertir mucho dinero.
Para participar en esos negocios, los bancos fantasma deben pedir mucho más dinero prestado del que los bancos normales tendrían permitido solicitar. Mediante el proceso de apalancamiento es posible obtener ganancias grandes con una inversión de capital relativamente pequeña. Sin embargo, también es posible perder mucho dinero cuando la operación fracasa. “El gran peligro de estos negocios es que los respectivos socios pueden terminar en bancarrota, como le ocurrió al banco de inversión Lehman Brothers. En un caso como ese, puede desatarse un efecto dominó”, dice Faust.
Desde que estalló la crisis financiera global, la regulación de los bancos de negocios normales fueron endurecidas en muchos países. Ese puede ser uno de los factores que estimuló el nuevo auge de los bancos fantasma. El comisario europeo de mercado interno, Michel Barnier, cree que muchos actores de los mercados financieros trasladaron sus negocios a los bancos fantasma al huir de las normas estrictas que imperan en la Unión Europea.
Regular los bancos fantasma, ¿una quimera?
Barnier enfatiza la necesidad de ampliar el área de injerencia de la regulación bancaria comunitaria. La meta: que ésta también tenga vigencia para los bancos fantasma. Faust disiente, argumentando que los bancos fantasma pueden escapar fácilmente de las garras de las autoridades supervisoras nacionales. “Los bancos fantasma operan mundialmente, está asentados en Londres, en Nueva York o en mercados extraterritoriales como los de las Islas Caimán o las Bahamas”, ilustra Faust.
A los ojos de Faust, una regulación exitosa sólo es posible si las autoridades supervisoras nacionales cooperan de una manera intensa y coordinada. El jefe de la entidad británica para la supervisión financiera (FSA), Adair Turner, agrega otro grado de dificultad a la tarea de controlar las actividades de los bancos fantasma: para poder regularlos, primero hay que determinar exactamente qué es un banco fantasma. “Después de todo, ese sector no corre paralelamente al sistema bancario ‘normal’ ni separado de éste”.
Autores: Andreas Becker / Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina Valencia