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¿A dónde van a parar los millones de la UE?

Emilia Rojas Sasse14 de junio de 2005

En vísperas de la cumbre de la Unión Europea, marcada por la debacle de la Constitución, arrecia la discusión sobre el presupuesto, que en mala hora se perfila como otra gran fuente de conflicto.

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¿Alto a los gastos? Difícil...Imagen: AP

Nada resultaría más fatal en las actuales circunstancias que una abierta pugna por dinero en la Unión Europea. Los ánimos de la población no atraviesan su momento de mayor euforia integracionista y una disputa de esta naturaleza de seguro hará bajar aún más los bonos de la UE ante la opinión pública, tras la debacle constitucional. Pero esa tormenta es justamente la que parece cernirse sobre la cumbre que se iniciará el jueves en Bruselas: la discusión presupuestaria amenaza con acaparar la atención, en lugar de dedicar todos los esfuerzos a buscar una solución de fondo al dilema europeo.

Presupuesto modesto, pero doloroso

En lo fundamental, el problema radica, como siempre, en la escasez de recursos. Los países que aportan a los fondos comunitarios más dinero del que reciben de vuelta a través de subvenciones varias, desean una reducción del presupuesto, de por sí limitado a un máximo del 1,31% del PIB de la UE. Si se comparan las cifras con los presupuestos nacionales, no resultan en realidad fenomenales. Por ejemplo, este año la Unión Europea, con 25 miembros, dispone de 105.200 millones de euros. El presupuesto de Alemania duplica con creces tal cantidad, elevándose a 254 mil millones.

No obstante, la cosa se ve diferente desde la perspectiva de los aportes que hace cada país. Alemania entregó el año pasado unos 22 mil millones de euros a las arcas comunitarias, lo que equivale a una buena tajada de su propio presupuesto nacional. Y hacer esos pagos duele especialmente en momentos de apretura económica como los actuales.

Un problema estructural

En el primer plano de la discusión figura también la "rebaja" concedida hace 21 años a Gran Bretaña, que le significa la devolución de una parte de sus contribuciones anuales, pese a ser uno de los países económicamente más fuertes de la UE. Londres logró conseguir esa rebaja en tiempos de Margaret Thatcher, con el argumento de que los británicos no se beneficiaban de las subvenciones agrícolas comunitarias como otros países, comenzando por Francia. Ahora no sólo Alemania presiona por ir reduciendo ese beneficio londinense, al que el gobierno de Tony Blair comprensiblemente se aferra. La posición del premier británico es clara: no negociará al respecto mientras no se revise íntegramente la política financiera de la Unión Europea.

Según Blair, es anacrónico destinar más del 40% del presupuesto a la agricultura, pese a que sólo el 5% de la fuerza laboral europea trabaja en ese sector. El argumento parece razonable, si se pone atención a las diferentes partidas previstas en el presupuesto para el período del 2007 al 2013, que es el que actualmente se debate. Cerca de 300 mil millones euros se irán en subvenciones agrícolas, mientras 264 mil millones se asignarán al fomento de regiones menos favorecidas. El capítulo de política exterior consumiría apenas 96 mil millones y el del resguardo de fronteras y política migratoria 19 mil millones. Para la administración de las instituciones comunitarias se prevén fondos cercanos a los 29 mil millones de euros. ¿Está bien repartido el pastel? Londres piensa que no. París cree que sí. Y Berlín se muestra dispuesto a la flexibilidad, en aras de no dar otro triste espectáculo en próxima la cumbre de Bruselas.