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Tormentas solares: ¿amenaza para la Tierra?

A principios del 2012 una fuerte tormenta solar llamó la atención de meteorólogos en todo el mundo. Hay quienes temen graves consecuencias para la Tierra. Un experto alemán disipa las dudas al respecto.

En enero pasado ocurrió la tormenta solar más grande desde el 2003.
En enero pasado ocurrió la tormenta solar más grande desde el 2003.Imagen: picture-alliance/dpa

El sol tiene un diámetro de 800.000 kilómetros. La temperatura reinante en su interior es de varios millones de grados centígrados. Este calor surge por fusiones nucleares, en las cuales por segundo se funden millones de toneladas de hidrógeno, que se convierten así en helio. Estas reacciones nucleares causan explosiones visibles desde la Tierra en forma de tormentas solares, que además podrían afectar a satélites y proveedores energéticos. Luego de una erupción solar extremadamente fuerte, ocurrida el 22 de enero del año en curso, meteorólogos estadounidenses advirtieron que radios y equipos de navegación accionados vía satélite podrían verse afectados por este fenómeno.

¿Se acaba el mundo?

Advertencias sobre tormentas solares como ésta y otras similares que se esperan para el 2012 dan lugar también a todo tipo de especulaciones. En Internet, por ejemplo, cursan ya teorías apocalípticas que pronostican para este año el fin del mundo, causado precisamente por erupciones solares.

Pero, ¿qué peligro real puede partir de un fenómeno tal? Según el Dr. Klaus Börger, experto en Geoinformación, “se trata de una corriente eléctrica y estas corrientes crean sus propios campos magnéticos. Cuando estos campos magnéticos entran en contacto con campos magnéticos y corrientes en la Tierra, empiezan a interactuar entre sí. Esas corrientes causadas por campos magnéticos externos son las que llevan a los cortes de luz”.

Infraestructura sensible

Las tormentas solares representan un peligro para la infraestructura en general porque ésta depende cada vez más de los satélites y estos son muy sensibles a cambios en los campos electromagnéticos que los rodean. En especial en la aeronáutica o la navegación ya no se puede prescindir de los sistemas satelitales GPS. Pero éstos son también muy susceptibles a la actividad solar. Y es que los satélites envían sus señales hacia la Tierra desde unos 20.000 km de altura. Pero entre 1.000 y 50 km de distancia a nuestro planeta, las señales atraviesan la ionosfera, explica Börger: “Cuando las señales GPS atraviesan la ionosfera ocurre una refracción ionosférica. Es decir, se afecta la dirección de la señal y sobre todo su velocidad”.

A partir del producto resultante de la multiplicación de tiempo de propagación de la señal y velocidad de la luz, el receptor puede calcular la distancia hacia el satélite, el llamado “seudo-trayecto”. Un error en la medición de estos trayectos, distorsiona también la posición. "Esto puede, según el contenido de electrones de la ionosfera, llevar a desviaciones graves o incluso al fallo total del GPS”, aclara Börger.

Problema centenario

Pero no sólo la alta tecnología es sensible a la radiación solar. En 1973, mucho antes de la era Internet y de la navegación satelital, una erupción solar causó un gran corte de luz en la provincia canadiense de Québec, dejando a oscuras a seis millones de personas. Las partículas eléctricamente cargadas que llegaban a la Tierra habían deformado enormemente nuestro campo magnético, provocando así tensiones de descarga, que pueden causar incluso que se fundan los transformadores de las subestaciones.

La tormenta solar más fuerte de la historia ocurrió en 1859. Hoy en día expertos advierten que una “súper erupción” tal podría paralizar en cuestión de minutos la infraestructura en grandes regiones de la Tierra.

Autor: Fabian Schmidt / Valeria Risi

Editor: Pablo Kummetz