Robots lunares
En el Centro de Innovación en Robótica, en Bremen, 120 personas diseñan, construyen y programan los más diversos robots. Unos entrarán en acción en el universo, otros en el mar profundo y algunos funcionarán sobre la tierra. Los investigadores y demás expertos responden a las órdenes de Frank Kirchner, quien dirige este centro.
A Kirchner desde niño le gustaba hacer experimentos. Una vez intentó construir un helicóptero, utilizando el secador de pelo de su madre. Enchufó el aparato e incluso lo enchufó y aunque llegó a volar, después de un momento apenas – y de romper una lámpara – se estrelló contra el piso. Kirchner tuvo suerte de que el audaz experimento no tuviera consecuencias más graves y desistió por un buen tiempo de realizar inventos similares.
De la economía a la música y a la robótica
Comenzó a estudiar economía, pero abandonó, ya que la temática le resultó demasiado árida y poco creativa. Fue a través de la música que volvió a descubrir su amor por la técnica. Cuando tenía unos 25 años se compró un sintetizador y empezó a hacer música. Para ello iba adquiriendo cada vez más hardware y aprendiendo más sobre el funcionamiento de las computadoras. Fue así que finalmente decidió estudiar informática. Hoy en día, lo que más le fascina de la informática y la robótica es precisamente la conexión entre técnica y creatividad:
“Diseñar un programa es un proceso muy creativo,” explica Kirchner y añade “hay muchas maneras de realizarlo, cada programa tiene sus particularidades y cada programador tiene su estilo”. El científico alemán encontró fascinante que la programación “por un lado es algo técnico, pero por el otro es tremendamente creativo”. Finalmente encontró allí su vocación.
Ensayando la misión lunar
En un galpón oscurecido de la Universidad de Bremen se creó un paisaje lunar artificial. Frank Kirchner y sus colegas ponen a prueba allí sus robots espaciales. Lo importante, según Kirchner, es que el robot sea móvil, capaz de actuar independientemente y de transformar su entorno. Los investigadores intentan dotar a los robots de la misma inteligencia cinemática propia de los seres vivos. Es decir, la capacidad de reaccionar con ciertos movimientos ante influencias del medio ambiente. Es por eso que el diseño de robots se orienta por el aparato locomotor de escarabajos, escorpiones y seres humanos. La visión de Kirchner es la de lograr una presencia permanente en la Luna, quizás incluso en Marte, pero únicamente a través de robots inteligentes y autónomos.
Pero el universo pone a los constructores ante grandes desafíos. La Luna, por ejemplo, que cuenta con una capa gaseosa muy fina, presenta grandes variaciones de temperatura. En el día se alcanzan hasta 150 grados y por la noche la temperatura baja a menos 130 grados centígrados. Las radiaciones solares y cósmicas alcanzan la superficie lunar constante y directamente. Impactos de meteoritos podrían destruir una estación espacial en su totalidad. Es por eso, que antes de aventurarse en un viaje a la Luna, hay que hacer muchos experimentos previos, aquí en la Tierra.
El universo como futura fuente de recursos
El año próximo Frank Kirchner y sus colegas, en colaboración con el Centro Aeroespacial Alemán, quieren simular una misión lunar con robots inteligentes. La puesta en escena prevé la explotación de recursos del satélite terrestre. La misión de los robots es absorber regolito, que cubre toda la superficie lunar. Además extraerán oxígeno y posiblemente el gas noble helio-3 y con los restos ensamblar ladrillos, que servirían para la construcción de una estación lunar. Kirchner está convencido de que, tarde o temprano, la humanidad tendrá que recurrir a los recursos que se encuentran en el universo.
“La probabilidad de que tengamos que utilizar esos recursos es muy alta. Considerando el consumo de recursos de la humanidad, es previsible ya cuándo se agotarán los recursos terrestres,” pronostica el experto alemán.
Autora: Valeria Risi
Editor: Pablo Kummetz