Basura espacial
Desde sus inicios, la aventura de la conquista del espacio ha ido dejando cuantiosos desechos orbitando alrededor de la Tierra. El programa estadounidense de observación SSN, que previene a los astronautas y encargados de satélites de posibles colisiones, tiene una lista con más de 16.000 objetos. Y esto, a pesar de que solo se registran sistemáticamente fragmentos de tamaño superior a los 10 centímetros. Pero también objetos más pequeños pueden resultar peligrosos, debido a las altas velocidades con que se mueven, explica Heiner Klinkrad, jefe del departamento de residuos espaciales de la Agencia Espacial Europea (ESA), en Darmstadt: “Un objeto de un centímetro, a una típica velocidad relativa de más de 50.000 kilómetros por hora, desarrolla la energía de una granada de mano al chocar con un satélite“.
Minúsculo peligro
Eso bastaría para destruir el satélite en cuestión. Se estima que hay cerca de 750.000 fragmentos de ese tipo en la órbita terrestre. También objetos mucho más pequeños, de apenas un milímetro, alcanzarían a perforar el traje espacial de un astronauta o a inutilizar aparatos sensibles. Y de esos residuos del porte de un grano de arena hay unos 160 millones.
Las partículas más pequeñas sólo se pueden observar con radares de alta definición y telescopios. Lo bueno es que tales fragmentos se concentran principalmente en determinadas órbitas. Pero Klinkrad hace notar que también eso tiene desventajas: “Las órbitas en las que ha habido muchas misiones son también aquellas en las que hay muchos fragmentos“.
El astronauta alemán Reinhold Ewald permaneció 20 días en el espacio en 1997. En la estación MIR pudo ver cómo incluso las partículas más pequeñas afectan la superficie de las naves. “Es un entorno muy agresivo el que tiene una estación espacial, a unos 400 kilómetros de altura. El oxígeno atómico, que no podemos percibir como partícula, actúa sobre las superficies como un chorro de arena. Las superficies que estuvieron expuestas al espacio tienen después un olor extremadamente metálico, debido al bombardeo de estas ínfimas partículas que las erosionan“, indica el astronauta.
Escudos protectores
Por eso, las estaciones espaciales tripuladas son protegidas con escudos contra los meteoritos. Estos escudos no son de metal, sino de textiles. El físico Roberto Destefanis los desarrolla en la empresa Thales Alenia Space, en Turín, Italia. Señala que “hay que elegir materiales que no sean rígidos, sino flexibles. Mucho depende de la forma en que se dispongan los diversos materiales en capas y del espacio entre esas capas. Utilizamos muchas fibras cerámicas y también fibras de materiales orgánicos, como las que se usan por ejemplo en los chalecos blindados de los militares“.
En ensayos, esos escudos han podido detener partículas de unos 15 milímetros. Pero eso es demasiado poco. Cuando se trata de fragmentos más grandes, los satélites y estaciones orbitales deben esquivarlos. Para ello, por lo general reciben una alerta con una semana de anticipación.
Recolección de basura espacial
Sólo hay una forma de evitar que el número de esos fragmentos sigua aumentando, según la directora de la Iniciativa Espacio Limpio, de la ESA, Louisa Innocenti: “Se trata de traer la basura de vuelta a la Tierra y de no seguir enviando basura al espacio. Ambas cosas reducirán el peligro de colisión“.
El gran temor consiste en que choquen entre sí objetos mayores fuera de control, que pueden llegar a pesar más de nueve toneladas, y se desintegren en miles de pequeños fragmentos. Por eso es importante que en el futuro los satélites y etapas de cohetes que ya hayan cumplido su cometido vuelvan a caer a la Tierra por sí mismos.
Pero ¿qué hacer con la basura que ya se encuentra en el espacio? Louisa Innocenti afirma que hay que recolectarla y bajarla, aunque no sea fácil: “La basura espacial no fue diseñada de manera que uno pueda volar y recogerla. Se mueve de manera descontrolada y es difícil atraparla. Tenemos que acercarnos a los desechos, sin tocarlos. Y cuando los bajamos, tenemos que cerciorarnos de que caigan donde queremos, generalmente en el océano“.
Existen diversas propuestas para recolectar la basura espacial, que van desde el uso de brazos mecánicos hasta gigantescas redes. No está claro cuál proyecto se impondrá, ni cómo se financiará. Por lo pronto, se trata de elaborar un prototipo para comemzar a limpiar el espacio, una tarea que tomará décadas.
Autor: Fabian Schmidt /ers
Editor: Enrique López