Neuroestimulación contra el dolor crónico
Ute tiene una historia clínica de dolor. Hernias discales y varias intervenciones quirúrgicas le depararon diez años de dolor.
“Ya no me podía mover. No podía participar en la vida activa. Tenía que tomar altas dosis de morfina. Mi vida era pura desesperación. Sin perspectivas de recuperar la normalidad.”
Este ha sido, hasta ahora, el destino de muchos pacientes con dolores crónicos que reciben opiáceos que tienen efectos secundarios y generan dependencia
“Los opiáceos provocaron depresiones que me impedían hacer una vida social. Viví 8 años aislada en casa. Sólo mi esposo logró adaptarse a mi enfermedad.”
Desde hace casi un año Ute ya no necesita más morfina. Una especie de “marcapasos del dolor”, reemplaza ahora los analgésicos. Se trata de 8 electrodos ubicados a lo largo de la columna vertebral y que van conectados a una pequeña batería que dirige los impulsos bajo la piel.
Thorsten Riethmann fue el cirujano de la Universidad de Colonia que le implantó a Ute este novedoso neuroestimulador:
“El neuroestimulador burla al cerebro. Ponemos electrodos en la columna vertebral para detener la actividad de los nervios que conducen la información del dolor. Así el paciente siente un cosquilleo en donde antes era la zona del dolor.”
Otros males y heridas también pueden generar dolores crónicos; como las enfermedades oclusivas del sistema sanguíneo o del coronario, como la angina de pecho. También tratables con la nueva técnica neuroestimuladora, dice Riethmann:
“La ausencia de dolor hace al paciente más activo. Lo que, a su vez, mejora la oxigenación del tejido coronario.”
También los dolores de pacientes que han sufrido herpes, hernia inguinal o una herida grave pueden ser tratados con neuroestimulación.
“Hemos tratado exitosamente a muchas víctimas de guerras con amputaciones, a víctimas de accidentes automovilísticos o de motocicletas”.
La implantación del “marcapasos del dolor” es simple: con un microcorte de la epidermis colocamos un electrodo en la zona epidural que rodea la médula espinal. Pocos días después, el paciente puede regresar a casa. Una pequeña intervención que le cambió la vida a Ute:
“Aunque sigo teniendo la misma enfermedad. La neuroestimulación ha reemplazado la medicación.”
De acuerdo con el grado de dolor, el mismo paciente controla el “marcapasos”. Gracias a que el neuroestimulador le corta el paso a los nervios que transmiten las señales hacia el cerebro, los pacientes pueden, literalmente, desconectar el dolor.
Autor: José Ospina-Valencia
Editor: Pablo Kummetz