El señor de los virus
Su nombre es citado en libros científicos de consulta y sus trabajos se publican en las revistas especializadas de mayor renombre: Christian Drosten es una nueva estrella en el firmamento de la virología. Este hombre de 39 años, alto y de cabello rizado, es uno de los virólogos más solicitados del mundo. En 2003 identificó el virus del SARS y desarrolló en tiempo récord un test rápido para detectarlo. Así conquistó fama en el mundo de la ciencia. Desde 2007 dirige el nuevo Instituto de Virología de la Clínica Universitaria de Bonn.“La imagen del virólogo corresponde más bien a la del cowboy. Pero yo no soy el típico investigador aventurero, al que lo que más le gusta es recorrer vestido de verde oliva y mochila al hombro la estepa para trabajar en terreno. En realidad, debo decir que eso me divierte menos que el trabajo de laboratorio”, afirma el investigador.
El instituto de Christian Drosten parece una zona de alta seguridad. Sólo se puede acceder a los laboratorios con una tarjeta especial. Allí, el virólogo investiga con un equipo internacional de biólogos y médicos dos nuevos coronavirus, uno de los cuales es pariente lejano del SARS.
“Si uno observa los virus que han llegado a afectar a los seres humanos en las últimas décadas, verá que muchos de ellos proceden a todas luces de África. El ser humano proviene de África. Y nuestros parientes cercanos aún están allí: los primates. Esa podría ser una razón por la cual en África se encuentran virus que están en mejores condiciones para infectar al ser humano”, explica el científico.
Del murciélago al hombre
Precisamente por eso, Ghana es uno de los lugares centrales para la investigación de Drosten. Allí recopila muestras de los virus. Los obtiene principalmente de murciélagos, que son considerados como importantes depósitos y transmisores, indica el virólogo: “Por ejemplo, respecto del virus Ébola se sabe que provienen de los murciélagos. También se sabe que el virus SARS provino de los murciélagos. Éstos son animales que pueden volar lejos y que forman grandes poblaciones y grupos locales. Puede haber conglomerados de murciélagos de 500.000 o 1 millón de ejemplares en un lugar. Entre los mamíferos, hay sólo un caso más en el que eso ocurre: en el de nosotros, los seres humanos”.
Rodeado por una nube blanca, Christian Drosten saca de un recipiente con nitrógeno diminutos tubitos con muestras de material viral. Las pruebas recopiladas en Ghana son analizadas en Bonn. En primer lugar, el científico multiplica el ácido ribonucleico de los virus, porque la cantidad original no sería suficiente para la investigación que lleva a cabo. Luego, la estructura se transforma en ADN, con lo cual se vuelve más estable. Finalmente, con ayuda de luz ultravioleta, se puede apreciar una especie de “huella digital” del virus. En ninguna parte del mundo se hacen investigaciones tan sistemáticas y de tan amplio alcance con virus de murciélagos como en Bonn.
Un problema global
Prevenir en vez de curar, ésa es para Christian Drosten la clave de su trabajo. Cuanto más se sepa sobre determinados virus como el VIH o el de la influenza, mejor se podrá proteger a la gente de una peligrosa pandemia. Con vehemencia, el virólogo explica la importancia de que se investigue sobre todo en África: “Existe la idea de las enfermedades dejadas de lado, aquellas en las que no se investiga porque se sabe que aquellos que posteriormente podrían beneficiarse de un medicamento no podrán pagarlo. Y la de que las empresas farmacéuticas trabajan muy poco con enfermedades africanas porque con ello no se puede ganar mucho dinero”.
Pero las enfermedades virales son entretanto un problema global. En la era de la turbo-movilidad, los viajeros pueden portar virus a cualquier parte del mundo en pocas horas de vuelo. Y eso representa un desafío para científicos con Christian Drosten que afirma: La alta velocidad con la que pueden desarrollarse esos agentes patógenos y la habilidad con que utilizan y encubren su información genética demuestra cuán eficientes son. Y eso es algo que de verdad me fascina.”
Autor: Aygül Cizmecioglu/Emilia Rojas
Editor: Pablo Kummetz