El lenguaje químico garantiza la sobrevivencia
Pero para las plantas, los animales, e incluso para microorganismos como hongos o bacterias, el lenguaje de las señales químicas significa su supervivencia.
Christian Kost, del Instituto Max-Planck para Ecología Química, de Jena, en el Este de Alemania, estudia el lenguaje de las especies:
“El lenguaje químico es una forma de comunicación muy difundida. Partimos del hecho de que el intercambio de señales químicas es la más antigua de todas las comunicaciones, porque órganos como los ojos y los oídos surgieron más tarde en la evolución. Las plantas, los animales y los microorganismos se comunican a través de moléculas químicas.”
El intercambio de señales no solo es utilizado por las plantas o los animales para “hablar entre sí”, sino también para “ayudarse”. Kost investigó, por ejemplo, la conducta de la haba de Lima que le advierte a sus congéneres sobre el acercamiento de un escarabajo depredador:
“Cuando la haba de Lima ´siente´ que el escarabajo deposita saliva sobre sus hojas para proceder a morderlas, activa la producción de moléculas de defensa que envía a su entorno. Esta alarma se compone de proteínas que emiten aromas.”
Estas señales químicas de alerta incitan a las demás plantas de la misma especie a producir sustancias de defensa antes de que sean atacadas por el hambriento escarabajo.
En este caso, las plantas “hablan” entre sí. Pero también hay casos de comunicación entre especies diferentes. Científicos han descubierto que en ciertos hábitats hay un constante “entendimiento” entre corales, peces y plantas marinas.
Cuando algas nocivas emiten un veneno para destruir los corales, estos emiten, por su lado, sustancias que alertan a los peces habitantes para que ataquen a las algas. Así, los corales sobreviven gracias a los peces, que, a cambio, reciben la vivienda ideal para que ellos mismos sobrevivan.
Pero las señales químicas no solo sirven para llamar a los “guardias”, sino que con ellas se pueden reconocer a los familiares.
Las hormigas, por ejemplo, pueden reconocer a los habitantes de su propia colonia con la ayuda del olfato. Señales químicas que no siempre son libres de ser falsificadas por terceros.
“Hay insectos que poseen la capacidad de copiar, con la ayuda de la química, el olor típico de cada colonia de hormigas con el que entonces se impregnan para vivir en ella y aprovechar todas las comodidades que estas ofrecen: vivienda y alimentación, gratis.”
Algo muy práctico y ventajoso para los parásitos que se cuelan en la vida familiar de especies diferentes a la propia.
“Para mí es fascinante investigar cómo algunos insectos logran copiar el lenguaje de otros animales, creando así una especie de disfraz químico que los identifica entonces como hormigas sin serlo. Estos insectos irrumpen así en colonias que´ven´en el intruso a otra hormiga más. Y que si no lo identificaran como tal, sería matado inmediatamente.”
A pesar de los avanzados estudios de la comunicación entre no humanos en el Instituto Max Planck para Ecología Química, aún son muchos los secretos por descifrar. Por ejemplo, de cómo la contaminación ambiental del aire y las aguas dificulta o daña la comunicación entre las plantas o los microorganismos:
“La transmisión de señales químicas entre organismos no humanos necesita un medio limpio, libre de contaminación con sustancias extrañas a tu hábitat. La suciedad del aire o del agua impide así que, por ejemplo, las plantas puedan reconocer las señales enviadas por sus congéneres. El sistema de comunicación química puede así colapsar. La investigación de la química de los ecosistemas es un importante campo del futuro.”
Desde hace siglos, los humanos mismos han escondido sus propias señales químicas con el uso excesivo y dañino, para las relaciones interpersonales, la salud y el clima, de aromas artificiales, jabones, tinturas, perfumes y aerosoles.
Autor: José Ospina-Valencia
Editor: Diego Zúñiga